viernes, 20 de enero de 2012
Pajarito
En el rancho de Inocencio Martínez vivía un toro de la ganadería Miura, al que desde pequeño le apodaron Pajarito porque movía rápido sus orejas como si quisiera volar. Su nobleza y valentía lo hacían codiciable para varios toreros de renombre y sus admiradoras rumiaban por él, Torito tenía algunos romances con ellas, pero de la única que estaba enamorado era de una hembra muy simpática llamada Blanquita, sus piernas eran las más torneadas de todo el ganado, y su boca la más carnosa.
Cada domingo, Blanquita veía las actuaciones de Pajarito desde unas rendijas en la plaza de toros, frente a ellas mugía de emoción pero también de sufrimiento cuando era maltratado. Cuando un torero apodado Margarito, le cortó una oreja a Pajarito, Blanquita se puso muy triste, consolando a su macho con los mejores besos de lengua que jamás una cuadrúpeda hubiera dado. Aquella fue una noche de ensueño, y también la última que pasaron juntos, pues luego los alcanzó la desdicha.
Un día que Blanquita hacía su rutina de ejercicios para dar buena leche, Don Inocencio Martinez, su dueño, andaba en búsqueda de la mejor res para una suntuosa fiesta que organizaría con amigos y familiares, conocía bien a sus vacas y la musculatura de Blanquita le pareció perfecta para estrenar su moderna parrilla que había comprado en Houston Texas.
Alejado de ella, Pajarito no pudo hacer nada para defender a su amada de dos sujetos mal encarados que la llevaron a un sanguinolento establo para sacrificarla. Al enterarse de la tragedia, Pajarito lloró tanto que los ojos se le pusieron rojos varios días; su mayor deseo fue vengarse de Don Inocencio, sin embargo no lo encontró en ninguna parte del rancho, causando varios destrozos al sentir una rabia indescriptible; al tranquilizarse un poco, se le ocurrió ver a Blanquita aunque fueran sólo sus restos. Caminó melancólico hacia donde eran arrojados los cadáveres de las reses, el lugar le causó náuseas pero sobre todo indignación, muchas de las hembras que había conocido, se encontraban en estado de putrefacción; desalentado por lo deplorable del lugar, hizo un esfuerzo por identificar cuál de los cráneos era el de su querida, todos parecían tener el mismo aspecto, aunque de pronto identificó uno que tenía la dentadura incompleta, recordó que Blanquita había perdido un canino y un molar peleándose con otra vaca, así que ese era su cráneo.
su castigo fue no probar alimento
Haciéndolo rodar cuidadosamente con sus patas, el melancólico toro se dirigió a un jardín y de él arrancó la flor que a su gusto era la más hermosa. Tenía la costumbre de obsequiarle una rosa a Blanquita todos los días, y colocarla en su oreja izquierda para que la presumiera a sus amigas.
Pajarito hizo un altar para su amada, en el centro colocó su cráneo y sobre él, la delicada flor que acababa de arrancar; a partir de entonces, su responsabilidad sería cambiarla todos los días antes de que se marchitara.
Pajarito, aunque sumamente deprimido, tuvo que seguir actuando en la plaza de toros, no obstante se mostró indiferente con los toreros, provocando que la gente en vez de aplaudirle le chiflara. Las banderillas en su lomo no lograron enfurecerlo como antes, pues el dolor de Blanquita lo tenía enterrado más adentro, en el corazón.
Don Inocencio trató de distintas maneras que Pajarito volviera a ser como antes, pero lo único que consiguió, fue que éste intentara embestirlo con toda su fuerza, el ganadero se enfureció tanto por su comportamiento, que tomó la decisión de sacrificar a su mejor toro en una feria taurina inolvidable. Al anunciarse que vendría un torero muy famoso apodado el Bully, los boletos se terminaron rápidamente, habiendo una plaza de toros repleta.
Pajarito fue el último toro en aparecer pues con él representaba el momento estelar de la corrida. Caminó lentamente hasta el centro de la arena, y con cada paso se hizo más fuerte su sed de venganza, esta vez no fallaría en su ataque, buscó a Don Inocencio donde siempre se sentaba, y lo encontró bebiendo una cerveza acompañado de amigos.
Pajarito entonces no quiso esperar a que el Bully empezara siquiera a torearlo, sino que corrió a todo galope hacia su único objetivo. Le tomó más de una semana aprender a brincar, pero gracias a eso sus patas delanteras se separaron de la tierra más de un metro, las traseras luego se apoyaron en la barrera y así logró impulsarse directo contra Don Inocencio; sus cuernos quedaron enterrados en el pecho del ganadero, quien falleció de inmediato. La sangre de su dueño escurrió por su cara hasta alcanzar su hocico, y así, saboreando ese líquido carmesí, fue como encontró su propio final al ser atravesado su pecho por una afilada hoja de metal.
El Bully trató de adivinar porque había reaccionado el toro de esa manera, sobrecogiéndolo que éste sonriera luego de enterrarle su espada. Para entonces, Pajarito acababa de despertar en una pradera repleta de flores rojas, techada por un maravilloso azul celeste; con los ojos iluminados por tal paisaje, los latidos de su corazón se aceleraron al descubrir en el horizonte a Blanquita; lucía más radiante que nunca con un bronceado perfecto, y una sonrisa a la que no le faltaba un sólo diente.
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