jueves, 29 de abril de 2010

Decadencia sin imagen

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Matilda decidió ir a la iglesia después de no poner un pie allí por años. No iba a misa ni tampoco a confesarse. A plena media noche haría algo que escandalizara a los fieles.
Cuando iba a su catequesis de primera comunión, Matilda creyó que un sacerdote le había hecho algo extraño y se lo contó de inmediato a su mamá. Ella le explicó que el sacerdote no había nada hecho malo y le prohibió decir una sola palabra a alguien.
Matilda quedó intranquila pero logró tranquilizarse después. Al estar ya en la secundaria, contó un día lo sucedido a su mejor amiga y una profesora resolvió su duda, confirmar que había sido violada a los ocho años fue lo peor que le había sucedido. Lo que sus padres trataron de inculcarle de la iglesia fue remplazado por un odio infinito.
Reclamó a su mamá que le ocultara la verdad pero ello se negó a creer que un sacerdote la hubiera mancillado. Su orden fue de nuevo no comentar nada si no quería deshonrarla a ella y a su padre.
La amargura de Matilda no se hizo esperar y fue notoria tanto en la secundaria como en casa, traía los ojos irritados y la tristeza como antifaz. Buscando consuelo comenzó a relacionarse con emos, y al gustarle su modo de ser quiso ser como ellos. Su nuevo peinado y maquillaje en los ojos le merecieron varios reproches de su mamá, ella después sin embargo toleró tal cambio como parte de su adolescencia. El papá por su parte pensó era una moda, hasta descubrir en los brazos de su hija varias cicatrices. Alarmado decidió llevarla con un psicólogo pero Matilda fue apenas dos sesiones. Para que no volvieran a molestarla dejó de lastimarse los brazos y buscó otras partes de su cuerpo menos visibles. Continuó imitando el autocastigo que se infligían sus amigos emos más fanáticos, y en ese tiempo vio varias noticias sobre sacerdotes acusados de violación.
Pensar en las víctimas hizo que reviviera su pasado a detalle y se sintiera más triste. Le provocaban pánico las relaciones sexuales y eso le ocasionó que más de un hombre se burlara de ella e incluso la lastimara físicamente.
Matilda comenzó a pensar más veces en el suicidio pero tras una larga reflexión quiso que su muerte fuera un reclamo al igual que su presencia obscura en el mundo. Ernesta Renan dijo.
“El acto más importante de nuestra vida es la muerte”
Matilda caminó hacia el altar y entonces recordó su primera comunión en la cual le dieron nervios las miradas de centenares de personas. Al ver su celular apagado volvió a pensar en sus padres buscándola angustiados por todas partes. No había modo de que la localizaran sino hasta la mañana siguiente.
Matilda se recostó en el altar y miró por última vez la figura de Jesucristo, enseguida colocó en su pecho una nota acusando al sacerdote que oficiaría allí la misa de las doce, para evitar que él o alguien más oculta la verdad guardó una grabación en uno de sus bolsillos, finalmente tomó un cuchillo muy afilado y comenzó a sangrar.

viernes, 23 de abril de 2010

Fantasía Premortem

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Agustín despierta en un lugar en el que nunca antes había estado. Bajo sus pies desnudos se extiende una pradera con flores. Entre arbustos y árboles hay hombres con poca ropa o desnudos. Algunos hacen ejercicio y otros vuelan con sus alas de ángeles. Sus cuerpos atléticos maravillan a Agustín, quien padece de obesidad. Sus pieles brillan por las luces provenientes del cielo nocturno. El manto negro está repleto de nubes azules y violetas, como las constelaciones. Al caer, el polvo de las estrellas se asemeja a una nevada la cual impregna todo de amor y felicidad.
Deseoso de ver que hay más allá del horizonte, Agustín comienza a dar pasos cautelosos que lo aproximan a hombres con sonrisas provocativas; ardillas y conejos también voltean a verlo con expresiones seductoras,
trata de ignorarlos, aunque no puede evitar sentir un deseo sexual. Allí, increíblemente ve a algunos de sus amigos del trabajo y la universidad.
Anda por una vereda cuando de pronto escucha una voz que lo llama. Voltea a todos lados, y descubre a alguien con una corona de oro y un cetro en la mano derecha. No puede reconocer quién es pues está de espaldas en el borde de una cascada.
— Ven, ¿qué esperas? No tengas miedo.
La voz le parece familiar aunque sigue sin saber quién es. Lo único que reconoce es a un sujeto con aspecto de guerrero. Le fascina la musculatura de su espalda después de sus glúteos, decide acercársele aumentando su inquietud a cada paso.

Cuando logra verlo de perfil lo atraviesa un asombro que incluso lo hace temblar. El sujeto es nada menos que la única pareja que realmente ha amado en su vida. Los ojos color miel de Octavio se posan en los suyos con ternura. Acercan los labios y se besan por varios segundos. A Agustín luego se le humedecen los ojos y contempla el paisaje con la cabeza recargada en el hombro de Octavio.
— Agustín, hay una forma de que estemos juntos otra vez y no nos separen.
— Dímela. Quiero estar contigo.
— La cascada. Tenemos que saltar. Sólo eso y estaremos juntos para siempre.
Agustín contempla la cascada. Sabe que no sobrevivirá a la caída, medita un poco pero enseguida cierra los ojos y estrecha la mano de Octavio.
A la mañana siguiente, Alicia intentó despertar a Agustín pero se dio cuenta de que su corazón ya no latía. Al llamar a un médico, éste le dijo que había sufrido un paro cardiaco por una sobredosis de pastillas.

lunes, 19 de abril de 2010

Odoroki

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Yoko espera como todas las noches que su marido vuelva del trabajo. Es fin de semana y le tiene preparada una sorpresa.
Sentada en la sala ve el capítulo repetido de una serie cómica. Mientras tanto ya tiene programadas varias canciones que servirán para crear el ambiente que ella desea. El reloj marca las once de la noche. No quiere que Haruto diga de nuevo que fue un día muy duro, le preocupa que haya ido a divertirse con sus amigos; si está cansado sólo quiere ver las noticias e irse a dormir.
Desde que compraron los sillones, Yoko ha esperado que Haruto la acaricie cuando está a su lado, los brazos sin embargo cuelgan en los cojines.
Al lado de ellos está la revista que leyó la semana pasada, en ella un artículo decía que las parejas japonesas tienen en promedio cuatro relaciones al año.
Si Yoko hubiera sabido que la vida marital iba a volverlos una pareja asexual hubiera preferido no formalizar su noviazgo. Detesta las estadísticas y no acepta ser parte de esa realidad.
Sólo quiere que él le diga de nuevo que es su perra y use imaginación en la cama. Un día le tuvo admiración por no pensar en sexo pero todo cambió al encontrar una muñeca inflable. Quisiera saber desde cuándo la guarda en un cajón y por qué la prefiere a ella. Entre sus pertenencias había también varias revistas pornográficas, cuerpos desnudos que le producen envidia pero que desafía con sus pechos firmes y turgentes.
Como a Haruto le encanta una chica llamada Faye, de la serie “CowBoy Bebop”, fue a la tienda y consiguió el disfraz de ese personaje de animé.
Haruto todavía no llega. Yoko inquieta, apaga el televisor y se pone de pie. Le gustan las botas que Faye usa aunque no está muy acostumbrada a caminar con tacones tan altos. Con un short muy pequeño luce sus piernas lisas y torneadas. Frente a un espejo vuelve a contemplar su rostro con una peluca y una diadema. Cree que sorprendería a sus amigas si la vieran con el cabello morado.
Cuando el reloj marcaba quince minutos después de las doce, voces tras la puerta hicieron que Yoko se estremeciera. ¿Viene con alguien? — Afirmó a modo de pregunta. Muerta de angustia oyó el sonido de la llave en la chapa y corrió hacia la recámara.
Haruto hizo una mueca al encontrar las luces apagadas y velas encendidas. Frunció la nariz por un extraño olor, Yoshii, su mejor amigo descubrió un incienso afrodisiaco y lo apagó enseguida. Los dos hablaban fuerte por haber ingerido gran cantidad de alcohol en una fiesta, Haruto gritó a Yoko ¿dónde estaba?
Yoshii se sentó en el sillón y comenzó a sentirse incómodo de que Yoko hubiera preparado una noche romántica para su marido. Pensó que su presencia era inoportuna y pidió a Haruto no decir nada a su esposa. Él de esa manera pensó si postergar lo que tanto anhelaba pero no quiso hacerlo.
Al entrar a la recámara Yoko estaba sentada en la cama con una expresión intranquila por lo que acababa de escuchar tras la pared. Observando el vestido le sorprendió mucho que estuviera vestida como su personaje de animé favorito. Haruto se acercó a ella sigilosamente y se sentó a un costado.
Las miradas chocaron y Yoko se estremeció al ver tan cerca el aspecto ebrio de Haruto. El silencio y la inmovilidad la aplastaron unos segundos, pero él de pronto acarició sus mejillas con gran ternura. Yoko se tranquilizó un poco pero él enseguida irradió un inmenso apetito sexual. La rodeó con los brazos y los dedos gruesos tocaron el broche del sensual sostén amarillo. Yoko no dejó que se lo quitara y con voz temblorosa mencionó a Yoshii.
Haruto repitió el nombre de su amigo con extrañeza, no quería que nada se interpusiera, así que fue a cerrar la puerta de la recámara, regresó impaciente al lado de su pareja y comenzó a desvestirla con gran rapidez. Ella se sintió casi abusada, pero absorta por la situación estiró las piernas para que Haruto la desnudara por completo. Las fantasías se habían borrado de su mente y ahora sólo trataba de predecir la noche.
Haruto contempló a Yoko de pies a cabeza y enseguida la besó de un modo para ella muy extraño. Parecía sólo querer degustarla con los labios.
Haruto se puso de pie y acercó las manos a su largo cuello. La corbata fue la primera prenda de su elegante traje en caer al piso, y al final los calcetines.
Yoko no pestañeó, se le hizo extraño que el pene estuviera totalmente flácido. Haruto volteó hacia donde estaba tirado el sujetador del disfraz y se agachó para recogerlo. Yoko se preguntó que iba a hacer y no creyó lo que veía. Hizo una mueca al ver como Haruto cubría su pecho plano y poco velludo con el sostén amarillo para seguir con el resto del disfraz.
Yoko quiso creer que Haruto sólo estaba jugando pero él continuó vistiéndose sin mostrar diversión ni timidez. La seriedad de Haruto se incrementó al ver de nuevo a Yoko a los ojos y enseguida fue hacia la sala para marcharse con Yoshii del departamento.

Desfile de modas para el catálogo de vacaciones de Deportes Marti

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A partir de hoy iré colocando trabajos de BTL, de guerrilla y eventos, todo ellos englobados en la publicidad alternativa o no convencional.

Mi primer ejemplo es un desfile de modas en Plaza Cuernavaca, el cual desde luego es ficiticio, para dar a conocer el catálogo de vacaciones de Deportes Marti.

Pensé en esto pues hay una tienda Marti en esta plaza, el área circular descubierta, junto a las escaleras eléctricas y desde luego el sol, brinda un escenario perfecto para el desfile de modas.

Un momento donde las escaleras eléctricas se detienen y sobre ellas se extiende una alfombra azul. Sobre ella desfilan damas, caballeros, niñas y niños.

Espero este trabajo sea de su agrado, si si o no agradeceré su opinión.

http://www.marti.com.mx/images/catalogo.pdf