martes, 29 de julio de 2014



Noche de Arreboles
Gilberto Barranco Lomes


 Una chica de diecisiete años llamada Mariana se encuentra con sus amigos en un famoso lugar de Cuernavaca para bailar, posee una figura curvilínea gracias al intenso ejercicio que realiza en el gimnasio y en sus clases de baile, esa noche decidió ponerse una minifalda y blusa escotada para precisamente presumir el fruto de ese esfuerzo y de paso despertar la envidia de las mujeres. Lleva media hora sentada y al ver que sus amigos pedían unos chilaquiles y agua de sandía ella sólo pidió una piña colada, no lleva mucho dinero pero tiene la certeza de que no pagará por lo que consuma en el resto de la noche pues ya habrá alguien que le invite.
       Mariana dirige discretamente su mirada a cada mesa y no encuentra alguien que realmente le llame la atención, si bien hay tipos guapos, le parecen un tanto comunes, nada fuera de lo normal. Después de unos minutos se cansa de estar sentada y entonces le dice a una de sus amigas que vayan al baño. Al ir hacia allá explora nuevamente si hay alguien que esa noche la haga estremecer pero sólo se percata de que la mayoría de los hombres la mira con lujuria imaginando quizás que ella es una mujer fácil que le gusta provocar a los hombres, ese día además la mayoría de ellos son jóvenes siendo que ella prefiere que por lo menos le lleven diez años pues le gusta que sean maduros. Mariana se maquilla un poco más en el baño y al salir su suerte cambia ya que justo cuando regresa a su mesa, aparece un grupo de amigos entre los que se encuentra un hombre de saco, sin camisa y con sombrero de pachuco, quien de inmediato llama su atención por su seguridad, e incluso la arrogancia y frialdad que refleja su semblante, es de piel clara, incluso parece extranjero, posee una complexión atlética destacando su estatura y sus brazos musculosos, y por si fuera poco cuenta con rasgos afilados y una mirada profunda y seductora. Se nota además que aquel ser parece ser es el líder de su grupo por la forma en que sus compañeros se dirigen a él con lo que Mariana intuye que es un profesor de baile aunque jamás había oído hablar de él.
        Ella no es la única que ha quedado cautivada por su presencia pues hay varias chicas que voltean a verlo cuando pasa cerca de ellas. Mariana se siente afortunada cuando ve que el “profesor de baile” y sus amigos escogen la mesa desocupada cerca de la suya, sin embargo él parece no percatarse de ella y ni siquiera voltea a verla.
Mariana ya quiere que comience el baile y para su alivio después de más de una hora de estar a aquel lugar, al fin aparece un grupo musical llamado Peludo, conformado por cuatro integrantes los cuales hacen honor a su nombre al tener barba y bigote y mucho vello en los brazos. Mariana de pronto recibe una llamada de su mamá quien le pregunta cómo se encuentra y le pide que regrese a la casa a más tardar a las doce de la noche tal y como quedó con ella para darle su permiso. Es la primera vez que visita ese lugar y hasta ahora no le parece que sea peligroso. Antes sólo había ido a antros con sus amigas de la escuela y sólo bailaba reggeton, electrónica, banda y otros géneros del dominio popular. Sin embargo la rutina de siempre comenzó a aburrirle, y a molestarle estar con chicos borrachos que sólo querían sobrepasarse al momento del ponchis ponchis o el perreo. Después de esas experiencias una amiga la animó para que se inscribieran en unas clases de baile, a la mayoría le costaba trabajo dominar los pasos básico de la salsa en las primera clases, pero ella en definitiva tenía un talento innato para el baile. Con apenas un mes pasó del nivel uno al dos y después del segundo mes podía bailar con todos sus compañeros, incluso con los que más tiempo tenían y daban vueltas más complicadas.
        El grupo Peludo empieza tocando una cumbia con la que la gente empieza a bailar aunque no es el caso del bailarín de saco a quien parece no gustarle ese ritmo, o al menos eso supone Mariana quien se muere por bailar con él, él sin embargo no voltea a verla, y ni siquiera parece haberse percatado de su presencia. Mariana entonces decide bailar aunque sea con alguno de sus compañeros de clase que la acompañan en ese momento, y para su buena suerte quien mejor baila  de su grupo se levanta y acerca su mano a la suya.
        Mariana comienza a bailar y sus movimientos se sincronizan de inmediato con el ritmo de las percusiones y del acordeón; su compañero llamado Gerardo comienza enseguida a hacerle todas las vueltas que se sabe, pero ella entonces se queja de que la marea y le suelta la mano para bailar sola. De cualquier modo su prioridad es que el “maestro” la vea y se enamore de ella; así que cuando está una de las canciones con más ritmo, y en pleno climax comienza a dar vueltas en su propio eje meneando sus caderas con toda la sensualidad que le es posible dejando a su compañero y a varios hombres boquiabiertos.
­­      Manolo como le llaman sus acompañantes, no es la excepción, observando detenidamente cada uno de sus movimientos y desde luego lo que se mueve. Primero sus glúteos y luego del otro lado, es capaz de determinar cuántos centímetros miden estas partes de su cuerpo, así como su cintura. De arriba abajo las medidas son ochenta y nueve, cincuenta y nueve y noventa y cincuenta centímetros, por si fuera poco tiene un rostro angelical con lo que en definitiva le parece la chica más encantadora esa noche. Su única duda es que tan deliciosa sabrá su sangre, la cual le dan ganas de probar esa noche, aun cuando antes de  salir de casa bebió de una bolsa que tenía en su refrigerador.
       El popurrí del grupo Peludo se prolonga por más de diez minutos en los que Mariana provoca que algunas mujeres la llamen “zorra”, mientras que varios se preguntan cómo es que baila con alguien como Gerardo, a quien a su vez no le gusta estar mucho tiempo separado de su compañera y entonces vuelve a tomarla de la mano y le da más vueltas tratando de lucirse al máximo pero que también ella siga mostrando sus atributos. Llega un momento en que Manolo piensa ponerse de pie, pero decide no romper su promesa de no bailar cumbia, ya que para él es un género inferior a la salsa y debe cuidar su imagen delante de tanta gente.
        Luego de terminado el popurrí, Mariana y Gerardo regresan a sus lugares, a lo que ella mira al misterioso bailarín y por fin hacen contacto visual. Siente que en su mirada hay algo que la hechiza pero no puede describirlo, simplemente su corazón late con más fuerza y al pasar muy cerca de Manolo, éste casi puede oler su líquido carmesí.
        El grupo Peludo se presenta y anuncia que ahora tocará salsa. El primer tema comienza con un ritmo lento pero luego se vuelve bastante movido. La gente se emociona y son varios los que se paran a bailar, comenzando por los “maestros” y bailarines más experimentados. Gerardo le pide nuevamente la mano a Mariana, pero ella luego de su “calentamiento”, le dice que la deje descansar, mientras toma un poco de agua de sandía que sus amigos pidieron cuando los veían bailar. Espera que el misterioso bailarín se acerque a ella y la haga muy feliz.
        Sin embargo eso tiene que esperar pues una de las chicas sentadas en la mesa de Manolo casi se aferra a él y entonces no tiene más remedio que bailar con ella. Mariana se pasa el coraje bebiendo el agua de sandía pero siente impotencia al ver como Manolo se aleja de ella tomando de la mano a una mujer que le parece inferior a ella, ve su vestido y determina que tiene muy mal gusto y se maquilla como una cualquiera. Un instante después voltea hacia donde está el grupo Peludo percatándose que uno de ellos la mira fijamente, ella se voltea aunque casi enseguida vuelve la cabeza por un instante pues viéndolo bien es un chico apuesto, quizás el más “galán” de los cuatro, y es quien toca las maracas. Este personaje se llama Fernando y además de ser músico aficionado es un gran bailador. No sería la primera vez que dejara las maracas por la compañía de una bella dama así que aunque se molesten sus compañeros se baja de la tarima y estira su brazo hacia Mariana para sacarla a bailar, ella se sorprende pero él la invita con mucha seguridad casi hincándosele, además sus amigos intervienen animándola a bailar con él, así que finalmente accede pues no quiere permanecer sentada pensando que prefirieron a otra.
         Al encontrarse en la pista de baile, que de hecho es parte del zócalo, Mariana de inmediato siente una extraña sensación al tocar las manos velludas de Fernando pero luego no le interesa ese detalle pues comienza a darle vueltas elegantes, quizás lo único que después le critica es que por ciertos momentos un tanto prolongados la deja sola mientras él baila libremente luciendo movimientos salvajes que hacen ver que la música prácticamente se apodera de su cuerpo, el cual se convierte en un vehículo para rendir tributo o venerar al propio ritmo. No obstante al salir de esa especie de trance regresa con Mariana tomándole las manos para que sienta su cuerpo atlético, en especial su pecho el cual también acerca al de ella, y al darse media vuelta le demuestra lo bien que mueve la cadera acercando sus glúteos pronunciados a su vientre con lo que logra ponerla muy nerviosa. A pesar de eso, Mariana se distrae algunas veces al mirar a Manuel quien todavía cerca de ella se está luciendo con movimientos súper rápidos y limpios, aunque ella no es la única en mirarlo, a Fernando no le cae nada bien, y presiente que esa noche tendrá problemas con él. Viceversa Manuel recuerda que Fernando pertenece a una banda enemiga de la suya, siendo que el odio entre ambas viene incluso de generaciones atrás siendo ya un asunto legendario. Fernando definitivamente tendrá que advertirles a sus hermanos que esa noche hay un “sangrón” como ellos los denominan, sin embargo no piensa dejar de bailar con Mariana hasta que la música se detenga, siendo entonces la primera de las dos intervenciones que conforman su presentación de esa noche.
         Al observar a su hermano el grupo Peludo toca las canciones más sensuales y movidas y entonces Mariana corresponde mostrando ahora sí toda su sensualidad y conocimientos de baile, Fernando se emociona mucho al sentir que ahora sí están conectados y lo que más lo satisface es hacerla pasar un buen rato lo cual supone por su gran sonrisa, para ir todavía más allá, decide mostrarse más atrevido con ella aunque ahora es mucho más complicado, pues Mariana lo hipnotiza con una sonrisa y una mirada que lo hacen prácticamente salivar, por si fuera poco jovencita de apenas diecisiete años hace explotar sus caderas haciendo que Fernando se sienta ahora la presa y no el victimario de esa chica quien le demuestra ser una bailarina sumamente vivaz pues no se equivoca en ninguna de las vueltas que le aplica. Llega un instante en que Fernando se emociona tanto que al gustarle mucho su perfume no puede evitar olfatearla casi como un perro rastreador a una bolsa con droga. Mariana se queda estupefacta y se siente tan incómoda que decide ya no seguir bailando. Fernando le implora y casi se hinca para que lo perdone pero ella se niega rotundamente y él entonces no tiene otro remedio que acompañarla a su mesa. Para su alivio la música termina casi enseguida y entonces cabizbajo regresa con sus hermanos quienes le preguntan de inmediato qué ocurrió con la chica. Él no tiene de otra que explicarles su error, creyendo que ella exageró en molestarse tanto. Sus hermanos primero se burlan pero después le dan consejos de cómo pedirle perdón para que vuelva a bailar. Fernando se siente un poco mejor mientras bebe una cerveza y enseguida recuerda algo muy importante, que esa noche hay un “sangrón”. Todos los “Peludos” se ponen alerta e incluso sacan un crucifijo de entre su equipaje y consiguen un ajo en el restaurante por si se enfrentan a él. El medio tiempo tarda unos quince minutos los cuales son eternos para Fernando quien desea cuanto antes volver a darle muchas vueltas a Mariana y sentir su cuerpo. Lo que le preocupa es que baile con alguien más, sobre todo con el “sangrón”. En esa larga espera no despega sus ojos de ella y entonces casi ve cumplir su peor sospecha al descubrir que ella precisamente lo mira a “él” constantemente y viceversa. A pesar del error cometido por Fernando, Mariana no puede negar que disfrutó mucho bailar con él, sin embargo eso no le quita las ganas de conocer al tipo que considera más atractivo esa noche; mientras come espagueti a la boloñesa Manuel la mira con profundo deseo fascinándole como sorbe algunos fideos que quedan colgados de su boca, ella a su vez mira como si fuera algo de otro mundo la forma en que él saborea una hamburguesa extra grande, resultándole muy sexy como entierra sus dientes en tanta carne, y lo que le parece estupendo es que no beba alcohol, sino únicamente sangría.
         Cuando está a punto de comenzar la segunda y última actuación del grupo “Peludo”, Fernando se acerca a Mariana para pedirle nuevamente perdón ella sin embargo finge seguir muy molesta con lo que apenas voltea a verlo de reojo y le reclama que la dejó en ridículo haciendo que se rieran de ella, todo esto para desaparecer sus esperanzas de volver a bailar con ella al menos esa noche y entonces quedar ahora si libre para la persona que más desea. De tal forma Fernando le dice a sus hermanos que interpreten las canciones menos sensuales como es “Juanito Alimaña” y “El gran Barón”, ellos no obstante no pueden quedar mal con todo su público sólo por su capricho, con lo que le responden que tratarán de tocar canciones lentas para que “El Sangrón” no se luzca tanto. A los pocos segundos comienza la canción de Juanito Alimaña y Mariana entonces implora a Dios que ahora si nadie se interponga entre Manuel y ella, sin embargo cuando ya todos están bailando aunque sea sentados, sintiéndose sumergida en el agua aguantando la respiración, él aún seguía comiendo papas fritas y platicando con sus amigos, con lo que Mariana no pudo controlarse más, jadeando fuertemente y torciendo la quijada; incluso comenzó a enterrarse las uñas en el rostro, siendo que nadie se acerca a ella por timidez, para su buena suerte antes de hacerse una cicatriz o sacarse sangre, Manuel a quien no le gusta esa canción, no tiene otro remedio que hacer a un lado su orgullo para acercarse a su adorable “víctima”. Mariana se pone de pie de inmediato y al estar frente a frente tomados la mano, él sin querer le muestra sus colmillos afilados al abrir la boca; Mariana se queda profundamente asombrada pero tras unos segundos logra reaccionar y le pregunta si él es un vampiro. Manuel sorprendido le responde que no, ella sin embargo no le cree pues argumenta saber mucho de “chupa-sangre” al haber leído y visto varios libros y películas, por si fuera poco su mayor deseo desde que vio la película “Anochecer” es conocer a un vampiro de verdad, enamorarse de él y ser transformada tal y como la protagonista de esa historia. A Manuel le parece fascinante que ella adore a los vampiros y entonces le propone que vayan a un hotel. De tal forma toman enseguida un taxi y se dirigen a la avenida Cuaunahuac. Allí en una recámara comienzan a bailar a solas la canción llamada “Sobredosis” y así continúan varias canciones mientras se van quitando lentamente sus prendas, al quedar completamente desnudos todavía disfrutan de dos salsas y dos bachatas pero es entonces que su calor se vuelve insoportable y entonces se entregan por completo al placer máximo que pueden otorgarse con sus cuerpos y sus fantasías. Aunque parezca increíble su pasión por la música hace que no pierdan el ritmo, y que su rendimiento no decaiga casi hasta el fin de la madrugada.
       Horas después en la mañana del sábado, una noticia sacude a los pobladores de Cuernavaca y Jiutepec. En la primera plana de un periódico llamado el “Pilón” apareció el siguiente encabezado. “Aparece otra víctima del Vampiro”. Es el apodo de un asesino quien tiene relaciones sexuales con sus víctimas para después morderlas en el cuello hasta desangrarlas.

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Anochecer por Gilberto Barranco Lomes se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

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