Los cientos de agujeros que hay en la pared del recinto los hizo el vigilante que cuando se emborracha dispara su calibre 45. En los últimos días lee el lobo estepario de Hermann Hesse y desenfunda su pistola al escuchar ruidos extraños cuando predomina el silencio, quizás puedan ir a matarlo así que se asoma por las aberturas del edificio que antes eran ventas. Las tablas que las sustituyen tienen varios orificios por balas disparadas de fuera.
En la calle pegada a la biblioteca lo que más ocurren son peleas, fiestas y orgías. Hay numerosas cantinas a las que acuden guerrilleros aliados al bando que habita en la biblioteca. Al llegar de sus enfrentamientos se abastecen de armas, alcohol, dinero, mujeres y algunos órganos del cuerpo. Varios de los libros de la biblioteca en los que no se encontró el secreto tan anhelado son arrojados al fuego de las fogatas.
Hacía tiempo que quienes habitan en la biblioteca cambiaron desde hace tiempo el mobiliario para cubrir sus necesidades; un saqueo a una prestigiosa tienda de muebles los benefició con camas, televisores, refrigeradores y otros aparatos electrónicos. En mesas que ya tenían, comen a diario sopas instantáneas u otros alimentos de microondas, acostumbrados al olor nauseabundo de vísceras humanas, y de baños embarrados con caca y vómito. Casi nadie lee los libros y el motivo por el que no se deshacen de ellos, e inclusive porque permanecen allí, es la historia de que en uno de ellos está la localización del tesoro del que fue el mayor magante de México.
Lo que más ocupa espacio en la biblioteca son mesas dónde se les sacan los órganos a cadáveres de víctimas de la guerra. De ahí obtienen gran parte del dinero para municiones, vicios y alimentos.
En el segundo piso del edificio que no servía para nada antes de los conflictos, hay cubículos equipados con sillones y computadoras conectadas a la red para vender cibersexo. Las jóvenes son poco o muy atractivas, y en su mayoría tienen amputaciones por heridas de explosiones, tales defectos sin embargo no interfieren ya no son apuntados con la cámara web.
Cierto día, luego de mucho tiempo de buscar el gran tesoro del multimillonario, al fin alguien encontró una dirección escrita en manuscrita algo ininteligible, arrancó la hoja e hizo público el hallazgo; un instante después comenzó a sangrar por todas las aberturas de su cuerpo: nariz, boca, oídos e inclusive ojos, la gente lo contempló aterrada y casi al mismo tiempo les sucedió lo mismo.
La página encontrada, tenía esporas de una bacteria creada por el ejército que estaba en su contra, así la biblioteca se tiñó del rojo que de quienes alguna vez vivieron en ella.
Una locura que se me ocurrió el día de ayer en mi ciudad.
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