lunes, 19 de abril de 2010
Odoroki
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Yoko espera como todas las noches que su marido vuelva del trabajo. Es fin de semana y le tiene preparada una sorpresa.
Sentada en la sala ve el capítulo repetido de una serie cómica. Mientras tanto ya tiene programadas varias canciones que servirán para crear el ambiente que ella desea. El reloj marca las once de la noche. No quiere que Haruto diga de nuevo que fue un día muy duro, le preocupa que haya ido a divertirse con sus amigos; si está cansado sólo quiere ver las noticias e irse a dormir.
Desde que compraron los sillones, Yoko ha esperado que Haruto la acaricie cuando está a su lado, los brazos sin embargo cuelgan en los cojines.
Al lado de ellos está la revista que leyó la semana pasada, en ella un artículo decía que las parejas japonesas tienen en promedio cuatro relaciones al año.
Si Yoko hubiera sabido que la vida marital iba a volverlos una pareja asexual hubiera preferido no formalizar su noviazgo. Detesta las estadísticas y no acepta ser parte de esa realidad.
Sólo quiere que él le diga de nuevo que es su perra y use imaginación en la cama. Un día le tuvo admiración por no pensar en sexo pero todo cambió al encontrar una muñeca inflable. Quisiera saber desde cuándo la guarda en un cajón y por qué la prefiere a ella. Entre sus pertenencias había también varias revistas pornográficas, cuerpos desnudos que le producen envidia pero que desafía con sus pechos firmes y turgentes.
Como a Haruto le encanta una chica llamada Faye, de la serie “CowBoy Bebop”, fue a la tienda y consiguió el disfraz de ese personaje de animé.
Haruto todavía no llega. Yoko inquieta, apaga el televisor y se pone de pie. Le gustan las botas que Faye usa aunque no está muy acostumbrada a caminar con tacones tan altos. Con un short muy pequeño luce sus piernas lisas y torneadas. Frente a un espejo vuelve a contemplar su rostro con una peluca y una diadema. Cree que sorprendería a sus amigas si la vieran con el cabello morado.
Cuando el reloj marcaba quince minutos después de las doce, voces tras la puerta hicieron que Yoko se estremeciera. ¿Viene con alguien? — Afirmó a modo de pregunta. Muerta de angustia oyó el sonido de la llave en la chapa y corrió hacia la recámara.
Haruto hizo una mueca al encontrar las luces apagadas y velas encendidas. Frunció la nariz por un extraño olor, Yoshii, su mejor amigo descubrió un incienso afrodisiaco y lo apagó enseguida. Los dos hablaban fuerte por haber ingerido gran cantidad de alcohol en una fiesta, Haruto gritó a Yoko ¿dónde estaba?
Yoshii se sentó en el sillón y comenzó a sentirse incómodo de que Yoko hubiera preparado una noche romántica para su marido. Pensó que su presencia era inoportuna y pidió a Haruto no decir nada a su esposa. Él de esa manera pensó si postergar lo que tanto anhelaba pero no quiso hacerlo.
Al entrar a la recámara Yoko estaba sentada en la cama con una expresión intranquila por lo que acababa de escuchar tras la pared. Observando el vestido le sorprendió mucho que estuviera vestida como su personaje de animé favorito. Haruto se acercó a ella sigilosamente y se sentó a un costado.
Las miradas chocaron y Yoko se estremeció al ver tan cerca el aspecto ebrio de Haruto. El silencio y la inmovilidad la aplastaron unos segundos, pero él de pronto acarició sus mejillas con gran ternura. Yoko se tranquilizó un poco pero él enseguida irradió un inmenso apetito sexual. La rodeó con los brazos y los dedos gruesos tocaron el broche del sensual sostén amarillo. Yoko no dejó que se lo quitara y con voz temblorosa mencionó a Yoshii.
Haruto repitió el nombre de su amigo con extrañeza, no quería que nada se interpusiera, así que fue a cerrar la puerta de la recámara, regresó impaciente al lado de su pareja y comenzó a desvestirla con gran rapidez. Ella se sintió casi abusada, pero absorta por la situación estiró las piernas para que Haruto la desnudara por completo. Las fantasías se habían borrado de su mente y ahora sólo trataba de predecir la noche.
Haruto contempló a Yoko de pies a cabeza y enseguida la besó de un modo para ella muy extraño. Parecía sólo querer degustarla con los labios.
Haruto se puso de pie y acercó las manos a su largo cuello. La corbata fue la primera prenda de su elegante traje en caer al piso, y al final los calcetines.
Yoko no pestañeó, se le hizo extraño que el pene estuviera totalmente flácido. Haruto volteó hacia donde estaba tirado el sujetador del disfraz y se agachó para recogerlo. Yoko se preguntó que iba a hacer y no creyó lo que veía. Hizo una mueca al ver como Haruto cubría su pecho plano y poco velludo con el sostén amarillo para seguir con el resto del disfraz.
Yoko quiso creer que Haruto sólo estaba jugando pero él continuó vistiéndose sin mostrar diversión ni timidez. La seriedad de Haruto se incrementó al ver de nuevo a Yoko a los ojos y enseguida fue hacia la sala para marcharse con Yoshii del departamento.
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