La
Chinche Violinista
Gilberto Barranco
Lomes
Paulina laboraba en un laboratorio donde estudian las chinches. La
investigación que realizaba en ese tiempo era de suma importancia. Cómo
erradicar a los parásitos que habitan dentro de las chinches. Y así entre
microscopios, cajas de Petri y recipientes donde estaban diminutos seres vivos
se la pasaba todo el día.
Escalofríos, pavor y hasta repugnancia causaban las chinches a Paulina a principio de su doctorado más al analizarlas bajo el microscopio se fue acostumbrando a ellas como a los parásitos alojados en sus intestinos; pequeños organismos parecidos a gusanos. Conforme pasaba el tiempo, Paulina incluso sentía cierto afecto ya que al colocarlas frente a la lente microscópica, las trataba con sumo cuidado procurando no lastimarlas y pensando en darles una vida digna las alimentaba incluso con su propia sangre.
Al estudiar a las chinches a Paulina le
asombró que fueran unos organismos increíblemente resistentes y algo que
también le llamaba la atención es que en esos seres así como en prácticamente
todos los artrópodos e insectos las hembras fueran más grandes que los machos, a
los cuales bien podía concebírseles como simples inseminadores.
El doctorado consumía prácticamente todo
el día y la semana de Paulina, y es que hasta
ese momento parecía no necesitar de otras actividades más sociales para
divertirse y llevar una vida feliz, sin embargo le entusiasmaba que las
personas la visitaran en su laboratorio y así ella tuviera la oportunidad de
mostrarles lo que estaba investigando, por otra parte tampoco le gustaba estar
todo el tiempo metida en el laboratorio, así que salía a la parte del centro de
investigación donde estaban los animales para verlos y hablarles, siendo básicamente
vacas, toros y borregos. Al
mirarlos, Paulina sentía gran orgullo pues en gran parte gracias a su trabajo
era que los animales gozaban de buena salud. Y aunque como ya se comentó, ella sentía
cierto afecto por las chinches, su principal objetivo en el doctorado era
erradicarlas en el mayor número o porcentaje posible, y como los resultados
tenían que tener un impacto nacional, resultaba un tanto complicado por la gran
variedad de chinches que había en todo el país.
El problema más grave era con relación a
las vacas enfermas pues si las personas consumían su carne sin estar bien
cocida casi de inmediato tenían problemas digestivos, e incluso en el corazón
como insuficiencia cardíaca y taquicardia. En el Instituto donde ella trabajaba habían experimentado con ciertos bioinsecticidas,
sin embargo las chinches continuaban volviéndose resistentes o inmunes a los
efectos de ese producto.
Un día el Instituto de investigación donde
trabajaba Paulina recibió la visita de un grupo de alumnos de preparatoria que
iban de excursión con el fin de conocer precisamente un centro científico, y de
ese modo entusiasmarse con la ciencia e incluso llegar a descubrir su vocación por
la química, la biología u otras disciplinas necesarias para el país. A ellos
los acompañaban un par de profesores y representantes del Consejo de Ciencia y
Tecnología del Estado de Morelos (CCyTEM). De tal forma el grupo de visitantes fue
recorriendo diversos laboratorios hasta que llegar a donde estaba Paulina. A ella
casi enseguida le llamó mucho la atención uno de los representantes del CCyTEM llamado
Gerardo, y a él ella también se le hizo de alguna manera atractiva e
interesante, teniendo cierta predilección por las chicas vestidas de blanco
como doctoras y enfermeras. De tal manera iniciaron de pronto una conversación,
en la cual Gerardo le pidió su número telefónico y días después le llamó para
invitarla a comer. Cabe señalar que ella casi
no tenía tiempo de salir a divertirse, ni siquiera con amigas y menos con un
novio, si acaso bebía con su mejor amiga únicamente los fines de semana unas
cervezas en su departamento. Además de eso, Paulina no era una chica
que se considerara a si misma atractiva o al menos no tanto como algunas de sus
compañeras que ya habían tenido varios novios mientras que ella solo uno, por
todo lo anterior se sintió muy emocionada con la invitación aceptándola casi de
inmediato, inclusive le dijo que ella pasaba por él en su coche, el cual acababa
de comprar con la beca de su doctorado. Paulina se sentía tan contenta que ahora
hasta tarareaba canciones gruperas y de banda al realizar sus experimentos
siendo que casi siempre escuchaba música en inglés o clásica, aunque también el
pensar en Gerardo le ocasionaba que se distrajera y que entonces cometiera
errores o descuidos en el laboratorio lo cual era muy peligroso por los
parásitos con los que trabajaba.
Al llegar el día de la cita, Paulina salió
antes de la universidad para ir a su casa y maquillarse como pocas veces lo
hacía, enseguida condujo hasta un restaurante de Sushi, en el que ya la
esperaba Gerardo quien le invitó rollitos de muchos ingredientes, casi todos
con aguacate. Allí estuvieron largo rato conversando, él le comentó que era licenciado
en mercadotecnia pero le dijo que tenía su propio negocio de Network Marketing, y en el que comenzaba
a irle muy bien, tanto que quizás pronto dejaría su trabajo en el CCyTEM para
dedicarse por completo a ese otro trabajo que le ofrecía mayor libertad de
tiempo. A Paulina le sorprendió mucho eso pues ella una vez intentó convencer a
todas sus amistades pero no tuvo éxito en ese negocio con lo cual él le pareció
una persona exitosa, además de muy simpática ya que todo el tiempo la hizo reír
mucho. Por su parte a Gerardo le gustó como se veía Paulina maquillada, aunque el
tono de su bilé fuera muy fuerte, sobrepasando ese detalle, su gentileza y
forma de hablar. Al buscarla en Facebook ratificó además que era una chica
tierna y además que no tenía novio. En medio de su plática salió
a relucir que el pasatiempo favorito de Paulina en sus pocos ratos libres, era
tocar el violín, eso a Gerardo le agradó mucho pues a él también le gustaba
tocar ese instrumento, aunque le explicó que hacía poco tiempo se la habían
robado, con ese pretexto a se le ocurrió pedirle a Paulina que lo invitara a su
departamento donde interpretaría para ella canciones románticas. Eso a ella le
emocionó mucho aunque le preocupó lo que fueran a opinar sus vecinos, no obstante tras titubear por varios
minutos finalmente, consideró que no debía de importarle lo que opinaran los
demás.
De tal forma fueron a su
departamento y ella fue la primera en tocar piezas de Mozart, Gerardo quedó de inmediato sorprendido ante la agilidad
y la sensibilidad que ella demostraba, y tras unos aplausos ella le reveló que aprendió
a tocar ese instrumento desde que era niña. Minutos después él interpretó un
par de melodías de Tchaikovsky aunque sin sabérselas por completo, y fue así
como mutuamente se deleitaron con un ambiente de romantice y virtuosismo, en el
cual ella fue la que quedó más extasiada, sintiendo que a partir de ese momento
ya estaba perdidamente enamorada de él. Enseguida sacó del refrigerador hielos
y jugo de manzana para mezclarlo con la botella de whisky que Gerardo acababa
de comprar en una tienda de autoservicio, y es que esa bebida se convirtió en
una de sus preferidas, desde uno de los últimos cumpleaños de su mejor amiga, llamada
Irlanda, con quien anteriormente compartía departamento. Gerardo sin embargo quería
aprovechar al máximo el efecto relajante de esa bebida, el cual tardó poco
tiempo en manifestarse.
Al otro día Paulina amaneció con un
poco de resaca, pero lo que la hizo sentir pésima fue darse cuenta de que estaba
sola en su recámara, una hora antes de que despertara Gerardo ya se había
marchado de su aposento. Paulina no podía explicarse por qué se había marchado
sin despedirse de ella, con inmenso dolor sintió casi enseguida que sólo la
había utilizado y todo su ser se resquebrajó en un llanto terrible, sintiéndose
estúpida y abusada, era tanto su dolor que ese día se quedó todo el tiempo encerrada
en su departamento. Al siguiente día fue lunes y aunque seguía sintiéndose muy
mal fue a su laboratorio para seguir trabajando con las chinches, en el tiempo
que ella se daba para comer aprovechó para llamar a la escuela donde Gerardo trabajaba
pero la secretaría le dijo que hacía apenas tres días presentó su renuncia. Para Paulina fue como si le
hubiera caído un balde de agua helada, y durante toda la semana se la pasó muy retraída
y de mal humor con sus compañeros, además cometió varios descuidos en sus
experimentos pues lo único que realmente le importaba es que Gerardo le llamara,
siendo que era capaz de perdonarlo si le inventaba tan sólo una excusa. Sin
embargo para su mala fortuna, por más veces que revisó su teléfono, jamás
encontró saludo alguno de él y es que Gerardo casi no entraba a su Facebook,
sólo a su Whatsapp, sin embargo el suyo le indicaba que tenía aproximadamente
el mismo tiempo de no usarlo que de no hablar con ella. El único consuelo que
encontró Paulina fue con su amiga Irlanda quien realizaba su doctorado en el
Distrito Federal, vía Whatsapp y también con varias llamadas trató de
consolarla, y levantarle el ánimo, sin embargo el estado en que se sentía
Paulina cambió poco. Al llegar a su casa tomaba su violín y se ponía a
interpretar las melodías más tristes que conocía hasta que llegó un punto en
que ya no pudo tocar, sino únicamente escuchar la música en Spotify o Youtube y
recostarse en su cama a llorar.
De sentirse en la primavera
de las cuatro estaciones de Vivaldi ahora se veía de repente en la estación más
triste, el otoño o peor aún en el inframundo, y es que al sufrir tanto su
consuelo fue de pronto quitarse la vida, tal remedio se apoderó de su mente una
noche en la que nuevamente escuchaba música melancólica e incluso banda, ya que
de repente fue a la cocina y allí tomó un cuchillo afilado para cortarse las
venas, sin embargo en el preciso instante de rozar su muñeca izquierda con la
sierra de ese instrumento, le entró el pánico y prefirió hacer algo menos
riesgoso, así que entonces únicamente presionó la punta del cuchillo en varias
partes de su mano y brazo y así tener primero el valor de sacarse un poco de
sangre. De tal forma se picó varias veces sin traspasar su piel hasta que finalmente
consiguió hacerse una pequeña herida en la palma de su mano de la cual brotó un
poco de sangre, y tras soltar un pequeño grito comenzó de inmediato a chupar y
a disfrutar de aquel liquido carmesí, segundos después logró percatarse de lo
que estaba haciendo y se sintió muy extraña al no entender por qué acababa de
hacer algo semejante. Se asustó mucho y entonces se colocó alcohol en la
herida, olvidándose casi al instante de cortarse las venas.
A la siguiente semana, Paulina continuó
cometiendo ciertos errores inusuales en ella en sus experimentos, sin embargo parecía
como si de algún modo hubiera superado su decepción amorosa, aunque en realidad ahora tenía un profundo rencor contra el sexo
masculino, y se había prometido a sí misma que jamás volvería a creer en el
amor. Sus compañeros simplemente la notaban muy retraída, y dejaban que hiciera
lo suyo, tratando de alterar correctamente el ADN de las chinches, y así inhibir
la síntesis de un componente esencial para su sobrevivencia. Paulina sin
embargo cometió el mayor error de todos al quedarse una noche dormida en el
laboratorio, y no cerrar apropiadamente
una caja de Petri llena de chinches, había sucedido con anterioridad que un par
de chinches “inofensivas” ya la habían mordido, esta vez sin embargo se
trataban de muchas, un centenar aproximadamente, las cuales olfatearon su
sangre y entonces se subieron en su cuerpo chupándole la sangre e infectando
las heridas con su excremento.
Paulina despertó a las seis y cuarto, y
sintiéndose un tanto adolorida del cuello y de los hombros, descubrió que tenía
manchas
rojas en el cuerpo parecidas a las picaduras de mosquito, pues incluso la comezón
era la misma. No
obstante se sentía un tanto extraña, tenía hambre pues no había cenado en la
noche así que salió del laboratorio para ir a desayunar las picaditas de tinga
que tanto le gustaban, pero entonces descubrió que no le sabían buenas, o mejor
dicho habían dejado de gustarle como si estuviera comiendo papel, y lo mismo le
ocurrió con el atole, el cual para nada disfrutó como un día antes. Lo más
extraño fue que al acercarse a la “doña de las picaditas” y a otras personas
que ya habían llegado a la Universidad, de inmediato percibió un gran olor a
sangre, la cual le pareció sumamente exquisita y necesaria como si se tratara
de agua y ella se encontrara sedienta en el desierto. Al
oler a la “doña” y no precisamente su fragancia de imitación, prácticamente la
boca se le hizo agua, pero entonces le pagó rápidamente y se fue corriendo sin terminarse
el atole, ni recibir el cambio de su billete. Sintió de pronto que todo era una
pesadilla, pero pellizcarse el brazo no le sirvió de nada. Casi al instante le
fue insoportable la sed de sangre y antes de que llegaran sus compañeros se alejó
de su facultad.
Paulina intentó dirigirse a
su departamento pero tenía tanta sed de sangre que se le ocurrió regresar a donde
estaba el ganado y se quedó viendo por un instante a las vacas que como de
costumbre mugían y comían pasto, y que veían a Paulina con cierta confianza al
conocerla desde hacía un tiempo. No obstante ella ya no era la misma, y los
rumiantes parecieron notarlo enseguida. Como si de un depredador se tratase,
Paulina tenía la mirada perdida, reflejo de que había perdido por completo la
razón, de su boca comenzó a escurrirle mucha saliva y enseguida le salió de la
garganta un pico el cual se alargó rápidamente hasta alcanzar treinta
centímetros de largo. Las vacas al verla comenzaron de inmediato a alebrestarse
y a mugir muy fuerte tal y como si estuvieran frente al propio demonio.
Paulina convertida entonces en
su enemigo, se acercó a una vaca un tanto distante de las demás que resultaba
la más fácil morder, y entonces sin pensarlo brincó la cerca y se abalanzó
sobre ella enterrando aquel pico de su boca en su carne y de inmediato a través
de ese conducto comenzó a fluir sangre como si fuera una manguera que acabase
de ser conectada a una llave. Las demás vacas parecían
aterrorizadas al ver a su compañera ser víctima de un ser al que hasta hace
poco les parecía familiar, pero que ahora las aterrorizaba con su aspecto y
comportamiento monstruoso, por lo cual mugían con desesperación sin atreverse a
defender a la ternera, ésta no obstante o murió, sólo se recostó en el suelo al
sentirse debilitada y asustada, ya que Paulina le quitó más de dos litros de
sangre en aproximadamente un minuto, una vez saciada su hambre desenterró aquel
largo pico de la carne de la bestia, el cual regresó a su garganta como encogiéndose
rápidamente, enseguida se brincó nuevamente la cerca y casi enseguida recuperó
el juicio, al ocurrir eso sintió mucho asco de sí misma, viendo con horror como
es que su estómago se veía muy inflamado al estar lleno de sangre, pareciéndose
casi a una mujer embarazada. Ante ello lo único que pudo hacer fue frotarse la
mano en sus labios e intentar vomitar pero no pudo sacar más que saliva. De tal
forma decidió nuevamente irse a su casa. Camino a la parada del autobús se
cubrió el estómago lo que más pudo con su blusa y caminó jorobada. Para su mala suerte a esa
hora ingresaban todos los alumnos, por lo que aunque intentó escabullirse sin
ser percibida, un par de estudiantes que la conocían, la vieron correr
extrañamente.
Paulina llegó a su
departamento y lo primero que hizo fue verse en el espejo, recordando con
cierta dificultad, como si hubiera estado borracha, que de la boca le salió un
pico con el cual chupó sangre de la vaca. Abrió la boca lentamente con mucho
temor ante lo que podía descubrir, y aunque a primera vista no tenía nada
extraño en su garganta luego se dio cuenta que la tenía irritada y con sangre
en su interior e incluso en su lengua y dientes. Al alejarse del espejo comenzó
a darle sueño y no resistió las ganas de dormirse, deseando en lo más profundo
de su ser, que al acostarse despertaría de una “pesadilla” en la que se
encontraba sumergida.
La Chinche Violinista por Gilberto Barranco Lomes se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
Basada en una obra en http://imaginoosfera.blogspot.mx/2014/10/la-chinche-violinista.html.
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