martes, 28 de octubre de 2014

Calavera de Albert Einstein


Calavera de Albert Einstein

viernes, 3 de octubre de 2014

La Chinche Violinista


La Chinche Violinista
Gilberto Barranco Lomes

         Paulina laboraba en un laboratorio donde estudian las chinches. La investigación que realizaba en ese tiempo era de suma importancia. Cómo erradicar a los parásitos que habitan dentro de las chinches. Y así entre microscopios, cajas de Petri y recipientes donde estaban diminutos seres vivos se la pasaba todo el día.

        Escalofríos, pavor y hasta repugnancia causaban las chinches a Paulina a principio de su doctorado más al analizarlas bajo el microscopio se fue acostumbrando a ellas como a los parásitos alojados en sus intestinos; pequeños organismos parecidos a gusanos. Conforme pasaba el tiempo, Paulina incluso sentía cierto afecto ya que al colocarlas frente a la lente microscópica, las trataba con sumo cuidado procurando no lastimarlas y pensando en darles una vida digna las alimentaba incluso con su propia sangre.

        Al estudiar a las chinches a Paulina le asombró que fueran unos organismos increíblemente resistentes y algo que también le llamaba la atención es que en esos seres así como en prácticamente todos los artrópodos e insectos las hembras fueran más grandes que los machos, a los cuales bien podía concebírseles como simples inseminadores.

       El doctorado consumía prácticamente todo el día y la semana  de Paulina, y es que hasta ese momento parecía no necesitar de otras actividades más sociales para divertirse y llevar una vida feliz, sin embargo le entusiasmaba que las personas la visitaran en su laboratorio y así ella tuviera la oportunidad de mostrarles lo que estaba investigando, por otra parte tampoco le gustaba estar todo el tiempo metida en el laboratorio, así que salía a la parte del centro de investigación donde estaban los animales para verlos y hablarles, siendo básicamente vacas, toros y borregos. Al mirarlos, Paulina sentía gran orgullo pues en gran parte gracias a su trabajo era que los animales gozaban de buena salud. Y aunque como ya se comentó, ella sentía cierto afecto por las chinches, su principal objetivo en el doctorado era erradicarlas en el mayor número o porcentaje posible, y como los resultados tenían que tener un impacto nacional, resultaba un tanto complicado por la gran variedad de chinches que había en todo el país.

       El problema más grave era con relación a las vacas enfermas pues si las personas consumían su carne sin estar bien cocida casi de inmediato tenían problemas digestivos, e incluso en el corazón como insuficiencia cardíaca y taquicardia. En el Instituto donde ella trabajaba habían experimentado con ciertos bioinsecticidas, sin embargo las chinches continuaban volviéndose resistentes o inmunes a los efectos de ese producto.

        Un día el Instituto de investigación donde trabajaba Paulina recibió la visita de un grupo de alumnos de preparatoria que iban de excursión con el fin de conocer precisamente un centro científico, y de ese modo entusiasmarse con la ciencia e incluso llegar a descubrir su vocación por la química, la biología u otras disciplinas necesarias para el país. A ellos los acompañaban un par de profesores y representantes del Consejo de Ciencia y Tecnología del Estado de Morelos (CCyTEM). De tal forma el grupo de visitantes fue recorriendo diversos laboratorios hasta que llegar a donde estaba Paulina. A ella casi enseguida le llamó mucho la atención uno de los representantes del CCyTEM llamado Gerardo, y a él ella también se le hizo de alguna manera atractiva e interesante, teniendo cierta predilección por las chicas vestidas de blanco como doctoras y enfermeras. De tal manera iniciaron de pronto una conversación, en la cual Gerardo le pidió su número telefónico y días después le llamó para invitarla a comer. Cabe señalar que ella casi no tenía tiempo de salir a divertirse, ni siquiera con amigas y menos con un novio, si acaso bebía con su mejor amiga únicamente los fines de semana unas cervezas en su departamento. Además de eso, Paulina no era una chica que se considerara a si misma atractiva o al menos no tanto como algunas de sus compañeras que ya habían tenido varios novios mientras que ella solo uno, por todo lo anterior se sintió muy emocionada con la invitación aceptándola casi de inmediato, inclusive le dijo que ella pasaba por él en su coche, el cual acababa de comprar con la beca de su doctorado. Paulina se sentía tan contenta que ahora hasta tarareaba canciones gruperas y de banda al realizar sus experimentos siendo que casi siempre escuchaba música en inglés o clásica, aunque también el pensar en Gerardo le ocasionaba que se distrajera y que entonces cometiera errores o descuidos en el laboratorio lo cual era muy peligroso por los parásitos con los que trabajaba.

      Al llegar el día de la cita, Paulina salió antes de la universidad para ir a su casa y maquillarse como pocas veces lo hacía, enseguida condujo hasta un restaurante de Sushi, en el que ya la esperaba Gerardo quien le invitó rollitos de muchos ingredientes, casi todos con aguacate. Allí estuvieron largo rato conversando, él le comentó que era licenciado en mercadotecnia pero le dijo que tenía su propio negocio de Network Marketing, y en el que comenzaba a irle muy bien, tanto que quizás pronto dejaría su trabajo en el CCyTEM para dedicarse por completo a ese otro trabajo que le ofrecía mayor libertad de tiempo. A Paulina le sorprendió mucho eso pues ella una vez intentó convencer a todas sus amistades pero no tuvo éxito en ese negocio con lo cual él le pareció una persona exitosa, además de muy simpática ya que todo el tiempo la hizo reír mucho. Por su parte a Gerardo le gustó como se veía Paulina maquillada, aunque el tono de su bilé fuera muy fuerte, sobrepasando ese detalle, su gentileza y forma de hablar. Al buscarla en Facebook ratificó además que era una chica tierna y además que no tenía novio. En medio de su plática salió a relucir que el pasatiempo favorito de Paulina en sus pocos ratos libres, era tocar el violín, eso a Gerardo le agradó mucho pues a él también le gustaba tocar ese instrumento, aunque le explicó que hacía poco tiempo se la habían robado, con ese pretexto a se le ocurrió pedirle a Paulina que lo invitara a su departamento donde interpretaría para ella canciones románticas. Eso a ella le emocionó mucho aunque le preocupó lo que fueran a opinar sus vecinos, no obstante tras titubear por varios minutos finalmente, consideró que no debía de importarle lo que opinaran los demás.

       De tal forma fueron a su departamento y ella fue la primera en tocar piezas de Mozart, Gerardo quedó de inmediato sorprendido ante la agilidad y la sensibilidad que ella demostraba, y tras unos aplausos ella le reveló que aprendió a tocar ese instrumento desde que era niña. Minutos después él interpretó un par de melodías de Tchaikovsky aunque sin sabérselas por completo, y fue así como mutuamente se deleitaron con un ambiente de romantice y virtuosismo, en el cual ella fue la que quedó más extasiada, sintiendo que a partir de ese momento ya estaba perdidamente enamorada de él. Enseguida sacó del refrigerador hielos y jugo de manzana para mezclarlo con la botella de whisky que Gerardo acababa de comprar en una tienda de autoservicio, y es que esa bebida se convirtió en una de sus preferidas, desde uno de los últimos cumpleaños de su mejor amiga, llamada Irlanda, con quien anteriormente compartía departamento. Gerardo sin embargo quería aprovechar al máximo el efecto relajante de esa bebida, el cual tardó poco tiempo en manifestarse.

         Al otro día Paulina amaneció con un poco de resaca, pero lo que la hizo sentir pésima fue darse cuenta de que estaba sola en su recámara, una hora antes de que despertara Gerardo ya se había marchado de su aposento. Paulina no podía explicarse por qué se había marchado sin despedirse de ella, con inmenso dolor sintió casi enseguida que sólo la había utilizado y todo su ser se resquebrajó en un llanto terrible, sintiéndose estúpida y abusada, era tanto su dolor que ese día se quedó todo el tiempo encerrada en su departamento. Al siguiente día fue lunes y aunque seguía sintiéndose muy mal fue a su laboratorio para seguir trabajando con las chinches, en el tiempo que ella se daba para comer aprovechó para llamar a la escuela donde Gerardo trabajaba pero la secretaría le dijo que hacía apenas tres días presentó su renuncia. Para Paulina fue como si le hubiera caído un balde de agua helada, y durante toda la semana se la pasó muy retraída y de mal humor con sus compañeros, además cometió varios descuidos en sus experimentos pues lo único que realmente le importaba es que Gerardo le llamara, siendo que era capaz de perdonarlo si le inventaba tan sólo una excusa. Sin embargo para su mala fortuna, por más veces que revisó su teléfono, jamás encontró saludo alguno de él y es que Gerardo casi no entraba a su Facebook, sólo a su Whatsapp, sin embargo el suyo le indicaba que tenía aproximadamente el mismo tiempo de no usarlo que de no hablar con ella. El único consuelo que encontró Paulina fue con su amiga Irlanda quien realizaba su doctorado en el Distrito Federal, vía Whatsapp y también con varias llamadas trató de consolarla, y levantarle el ánimo, sin embargo el estado en que se sentía Paulina cambió poco. Al llegar a su casa tomaba su violín y se ponía a interpretar las melodías más tristes que conocía hasta que llegó un punto en que ya no pudo tocar, sino únicamente escuchar la música en Spotify o Youtube y recostarse en su cama a llorar.

        De sentirse en la primavera de las cuatro estaciones de Vivaldi ahora se veía de repente en la estación más triste, el otoño o peor aún en el inframundo, y es que al sufrir tanto su consuelo fue de pronto quitarse la vida, tal remedio se apoderó de su mente una noche en la que nuevamente escuchaba música melancólica e incluso banda, ya que de repente fue a la cocina y allí tomó un cuchillo afilado para cortarse las venas, sin embargo en el preciso instante de rozar su muñeca izquierda con la sierra de ese instrumento, le entró el pánico y prefirió hacer algo menos riesgoso, así que entonces únicamente presionó la punta del cuchillo en varias partes de su mano y brazo y así tener primero el valor de sacarse un poco de sangre. De tal forma se picó varias veces sin traspasar su piel hasta que finalmente consiguió hacerse una pequeña herida en la palma de su mano de la cual brotó un poco de sangre, y tras soltar un pequeño grito comenzó de inmediato a chupar y a disfrutar de aquel liquido carmesí, segundos después logró percatarse de lo que estaba haciendo y se sintió muy extraña al no entender por qué acababa de hacer algo semejante. Se asustó mucho y entonces se colocó alcohol en la herida, olvidándose casi al instante de cortarse las venas.

       A la siguiente semana, Paulina continuó cometiendo ciertos errores inusuales en ella en sus experimentos, sin embargo parecía como si de algún modo hubiera superado su decepción amorosa, aunque en realidad ahora tenía un profundo rencor contra el sexo masculino, y se había prometido a sí misma que jamás volvería a creer en el amor. Sus compañeros simplemente la notaban muy retraída, y dejaban que hiciera lo suyo, tratando de alterar correctamente el ADN de las chinches, y así inhibir la síntesis de un componente esencial para su sobrevivencia. Paulina sin embargo cometió el mayor error de todos al quedarse una noche dormida en el laboratorio, y no cerrar apropiadamente una caja de Petri llena de chinches, había sucedido con anterioridad que un par de chinches “inofensivas” ya la habían mordido, esta vez sin embargo se trataban de muchas, un centenar aproximadamente, las cuales olfatearon su sangre y entonces se subieron en su cuerpo chupándole la sangre e infectando las heridas con su excremento.

       Paulina despertó a las seis y cuarto, y sintiéndose un tanto adolorida del cuello y de los hombros, descubrió que tenía manchas rojas en el cuerpo parecidas a las picaduras de mosquito, pues incluso la comezón era la misma. No obstante se sentía un tanto extraña, tenía hambre pues no había cenado en la noche así que salió del laboratorio para ir a desayunar las picaditas de tinga que tanto le gustaban, pero entonces descubrió que no le sabían buenas, o mejor dicho habían dejado de gustarle como si estuviera comiendo papel, y lo mismo le ocurrió con el atole, el cual para nada disfrutó como un día antes. Lo más extraño fue que al acercarse a la “doña de las picaditas” y a otras personas que ya habían llegado a la Universidad, de inmediato percibió un gran olor a sangre, la cual le pareció sumamente exquisita y necesaria como si se tratara de agua y ella se encontrara sedienta en el desierto.  Al oler a la “doña” y no precisamente su fragancia de imitación, prácticamente la boca se le hizo agua, pero entonces le pagó rápidamente y se fue corriendo sin terminarse el atole, ni recibir el cambio de su billete. Sintió de pronto que todo era una pesadilla, pero pellizcarse el brazo no le sirvió de nada. Casi al instante le fue insoportable la sed de sangre y antes de que llegaran sus compañeros se alejó de su facultad.

       Paulina intentó dirigirse a su departamento pero tenía tanta sed de sangre que se le ocurrió regresar a donde estaba el ganado y se quedó viendo por un instante a las vacas que como de costumbre mugían y comían pasto, y que veían a Paulina con cierta confianza al conocerla desde hacía un tiempo. No obstante ella ya no era la misma, y los rumiantes parecieron notarlo enseguida. Como si de un depredador se tratase, Paulina tenía la mirada perdida, reflejo de que había perdido por completo la razón, de su boca comenzó a escurrirle mucha saliva y enseguida le salió de la garganta un pico el cual se alargó rápidamente hasta alcanzar treinta centímetros de largo. Las vacas al verla comenzaron de inmediato a alebrestarse y a mugir muy fuerte tal y como si estuvieran frente al propio demonio.
Paulina convertida entonces en su enemigo, se acercó a una vaca un tanto distante de las demás que resultaba la más fácil morder, y entonces sin pensarlo brincó la cerca y se abalanzó sobre ella enterrando aquel pico de su boca en su carne y de inmediato a través de ese conducto comenzó a fluir sangre como si fuera una manguera que acabase de ser conectada a una llave. Las demás vacas parecían aterrorizadas al ver a su compañera ser víctima de un ser al que hasta hace poco les parecía familiar, pero que ahora las aterrorizaba con su aspecto y comportamiento monstruoso, por lo cual mugían con desesperación sin atreverse a defender a la ternera, ésta no obstante o murió, sólo se recostó en el suelo al sentirse debilitada y asustada, ya que Paulina le quitó más de dos litros de sangre en aproximadamente un minuto, una vez saciada su hambre desenterró aquel largo pico de la carne de la bestia, el cual regresó a su garganta como encogiéndose rápidamente, enseguida se brincó nuevamente la cerca y casi enseguida recuperó el juicio, al ocurrir eso sintió mucho asco de sí misma, viendo con horror como es que su estómago se veía muy inflamado al estar lleno de sangre, pareciéndose casi a una mujer embarazada. Ante ello lo único que pudo hacer fue frotarse la mano en sus labios e intentar vomitar pero no pudo sacar más que saliva. De tal forma decidió nuevamente irse a su casa. Camino a la parada del autobús se cubrió el estómago lo que más pudo con su blusa y caminó jorobada. Para su mala suerte a esa hora ingresaban todos los alumnos, por lo que aunque intentó escabullirse sin ser percibida, un par de estudiantes que la conocían, la vieron correr extrañamente.

     Paulina llegó a su departamento y lo primero que hizo fue verse en el espejo, recordando con cierta dificultad, como si hubiera estado borracha, que de la boca le salió un pico con el cual chupó sangre de la vaca. Abrió la boca lentamente con mucho temor ante lo que podía descubrir, y aunque a primera vista no tenía nada extraño en su garganta luego se dio cuenta que la tenía irritada y con sangre en su interior e incluso en su lengua y dientes. Al alejarse del espejo comenzó a darle sueño y no resistió las ganas de dormirse, deseando en lo más profundo de su ser, que al acostarse despertaría de una “pesadilla” en la que se encontraba sumergida.

      Al despertar sin embargo se dio cuenta que seguía en su recámara en vez del laboratorio aunque ahora era de noche siendo que había dormido más de doce horas, enseguida notó que el tamaño de su estómago había regresado a su normalidad, no obstante al tocarse el rostro sintió que algo más en ella había cambiado. De tal forma se dirigió al baño y al verse en el espejo descubrió con enorme sorpresa que su rostro se veía diferente, casi como el de otra persona, sólo que ahora su nariz era más afilada que antes, sus ojos parecían más grandes y el color de su iris ya no era café obscuro sino color miel, sus labios eran más carnosos y en general se veía más guapa que antes, por si fuera poco el tamaño de su pecho había aumentado al igual que el de su cadera e incluso le pareció que era más alta que antes dada su estatura de 1.60 m. Paulina entonces volvió a creer que estaba soñando, pero aunque se pellizco varias veces no logró aparecer en otra realidad. La estudiante de doctorado temió que nadie la reconociera o llamara demasiado la atención al verse distinta, con lo cual entonces no sabía si regresar al otro día a la universidad, luego sin embargo al suponer que como era noche de lunes, sus vecinos se encontrarían ocupados como para fijarse en ella, le dieron muchas ganas de salir a la calle a presumir su nuevo aspecto como si sintiera que acababa de salir de un cirugía sin haber pagado un solo centavo, y aunque jamás había planeado modificar alguna parte de su físico se sintió muy emocionada. 

viernes, 8 de agosto de 2014

Dragon Ball NFL



Licencia Creative Commons
Dragon Ball NFL por Gilberto Barranco Lomes se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

Noche de Arreboles. Final 2




Noche de Arreboles. Final 2 

Gilberto Barranco Lomes



        Una chica de diecisiete años llamada Mariana se encuentra con sus amigos en un famoso lugar de Cuernavaca para bailar, posee una figura curvilínea gracias al intenso ejercicio que realiza en el gimnasio y en sus clases de baile, esa noche decidió ponerse una minifalda y blusa escotada para precisamente presumir el fruto de ese esfuerzo y de paso despertar la envidia de las mujeres. Lleva media hora sentada y al ver que sus amigos pedían unos chilaquiles y agua de sandía ella sólo pidió una piña colada, no lleva mucho dinero pero tiene la certeza de que no pagará por lo que consuma en el resto de la noche pues ya habrá alguien que le invite.
       Mariana dirige discretamente su mirada a cada mesa y no encuentra alguien que realmente le llame la atención, si bien hay tipos guapos, le parecen un tanto comunes, nada fuera de lo normal. Después de unos minutos se cansa de estar sentada y entonces le dice a una de sus amigas que vayan al baño. Al ir hacia allá explora nuevamente si hay alguien que esa noche la haga estremecer pero sólo se percata de que la mayoría de los hombres la mira con lujuria imaginando quizás que ella es una mujer fácil que le gusta provocar a los hombres, ese día además la mayoría de ellos son jóvenes siendo que ella prefiere que por lo menos le lleven diez años pues le gusta que sean maduros. Mariana se maquilla un poco más en el baño y al salir su suerte cambia ya que justo cuando regresa a su mesa, aparece un grupo de amigos entre los que se encuentra un hombre de saco, sin camisa y con sombrero de pachuco, quien de inmediato llama su atención por su seguridad, e incluso la arrogancia y frialdad que refleja su semblante, es de piel clara, incluso parece extranjero, posee una complexión atlética destacando su estatura y sus brazos musculosos, y por si fuera poco cuenta con rasgos afilados y una mirada profunda y seductora. Se nota además que aquel ser parece ser es el líder de su grupo por la forma en que sus compañeros se dirigen a él con lo que Mariana intuye que es un profesor de baile aunque jamás había oído hablar de él.
        Ella no es la única que ha quedado cautivada por su presencia pues hay varias chicas que voltean a verlo cuando pasa cerca de ellas. Mariana se siente afortunada cuando ve que el “profesor de baile” y sus amigos escogen la mesa desocupada cerca de la suya, sin embargo él parece no percatarse de ella y ni siquiera voltea a verla.
Mariana ya quiere que comience el baile y para su alivio después de más de una hora de estar a aquel lugar, al fin aparece un grupo musical llamado Peludo, conformado por cuatro integrantes los cuales hacen honor a su nombre al tener barba y bigote y mucho vello en los brazos. Mariana de pronto recibe una llamada de su mamá quien le pregunta cómo se encuentra y le pide que regrese a la casa a más tardar a las doce de la noche tal y como quedó con ella para darle su permiso. Es la primera vez que visita ese lugar y hasta ahora no le parece que sea peligroso. Antes sólo había ido a antros con sus amigas de la escuela y sólo bailaba reggeton, electrónica, banda y otros géneros del dominio popular. Sin embargo la rutina de siempre comenzó a aburrirle, y a molestarle estar con chicos borrachos que sólo querían sobrepasarse al momento del ponchis ponchis o el perreo. Después de esas experiencias una amiga la animó para que se inscribieran en unas clases de baile, a la mayoría le costaba trabajo dominar los pasos básico de la salsa en las primera clases, pero ella en definitiva tenía un talento innato para el baile. Con apenas un mes pasó del nivel uno al dos y después del segundo mes podía bailar con todos sus compañeros, incluso con los que más tiempo tenían y daban vueltas más complicadas.
        El grupo Peludo empieza tocando una cumbia con la que la gente empieza a bailar aunque no es el caso del bailarín de saco a quien parece no gustarle ese ritmo, o al menos eso supone Mariana quien se muere por bailar con él, él sin embargo no voltea a verla, y ni siquiera parece haberse percatado de su presencia. Mariana entonces decide bailar aunque sea con alguno de sus compañeros de clase que la acompañan en ese momento, y para su buena suerte quien mejor baila  de su grupo se levanta y acerca su mano a la suya.
        Mariana comienza a bailar y sus movimientos se sincronizan de inmediato con el ritmo de las percusiones y del acordeón; su compañero llamado Gerardo comienza enseguida a hacerle todas las vueltas que se sabe, pero ella entonces se queja de que la marea y le suelta la mano para bailar sola. De cualquier modo su prioridad es que el “maestro” la vea y se enamore de ella; así que cuando está una de las canciones con más ritmo, y en pleno climax comienza a dar vueltas en su propio eje meneando sus caderas con toda la sensualidad que le es posible dejando a su compañero y a varios hombres boquiabiertos.
­­      Manolo como le llaman sus acompañantes, no es la excepción, observando detenidamente cada uno de sus movimientos y desde luego lo que se mueve. Primero sus glúteos y luego del otro lado, es capaz de determinar cuántos centímetros miden estas partes de su cuerpo, así como su cintura. De arriba abajo las medidas son ochenta y nueve, cincuenta y nueve y noventa y cincuenta centímetros, por si fuera poco tiene un rostro angelical con lo que en definitiva le parece la chica más encantadora esa noche. Su única duda es que tan deliciosa sabrá su sangre, la cual le dan ganas de probar esa noche, aun cuando antes de  salir de casa bebió de una bolsa que tenía en su refrigerador.
       El popurrí del grupo Peludo se prolonga por más de diez minutos en los que Mariana provoca que algunas mujeres la llamen “zorra”, mientras que varios se preguntan cómo es que baila con alguien como Gerardo, a quien a su vez no le gusta estar mucho tiempo separado de su compañera y entonces vuelve a tomarla de la mano y le da más vueltas tratando de lucirse al máximo pero que también ella siga mostrando sus atributos. Llega un momento en que Manolo piensa ponerse de pie, pero decide no romper su promesa de no bailar cumbia, ya que para él es un género inferior a la salsa y debe cuidar su imagen delante de tanta gente.
        Luego de terminado el popurrí, Mariana y Gerardo regresan a sus lugares, a lo que ella mira al misterioso bailarín y por fin hacen contacto visual. Siente que en su mirada hay algo que la hechiza pero no puede describirlo, simplemente su corazón late con más fuerza y al pasar muy cerca de Manolo, éste casi puede oler su líquido carmesí.
        El grupo Peludo se presenta y anuncia que ahora tocará salsa. El primer tema comienza con un ritmo lento pero luego se vuelve bastante movido. La gente se emociona y son varios los que se paran a bailar, comenzando por los “maestros” y bailarines más experimentados. Gerardo le pide nuevamente la mano a Mariana, pero ella luego de su “calentamiento”, le dice que la deje descansar, mientras toma un poco de agua de sandía que sus amigos pidieron cuando los veían bailar. Espera que el misterioso bailarín se acerque a ella y la haga muy feliz.
        Sin embargo eso tiene que esperar pues una de las chicas sentadas en la mesa de Manolo casi se aferra a él y entonces no tiene más remedio que bailar con ella. Mariana se pasa el coraje bebiendo el agua de sandía pero siente impotencia al ver como Manolo se aleja de ella tomando de la mano a una mujer que le parece inferior a ella, ve su vestido y determina que tiene muy mal gusto y se maquilla como una cualquiera. Un instante después voltea hacia donde está el grupo Peludo percatándose que uno de ellos la mira fijamente, ella se voltea aunque casi enseguida vuelve la cabeza por un instante pues viéndolo bien es un chico apuesto, quizás el más “galán” de los cuatro, y es quien toca las maracas. Este personaje se llama Fernando y además de ser músico aficionado es un gran bailador. No sería la primera vez que dejara las maracas por la compañía de una bella dama así que aunque se molesten sus compañeros se baja de la tarima y estira su brazo hacia Mariana para sacarla a bailar, ella se sorprende pero él la invita con mucha seguridad casi hincándosele, además sus amigos intervienen animándola a bailar con él, así que finalmente accede pues no quiere permanecer sentada pensando que prefirieron a otra.
         Al encontrarse en la pista de baile, que de hecho es parte del zócalo, Mariana de inmediato siente una extraña sensación al tocar las manos velludas de Fernando pero luego no le interesa ese detalle pues comienza a darle vueltas elegantes, quizás lo único que después le critica es que por ciertos momentos un tanto prolongados la deja sola mientras él baila libremente luciendo movimientos salvajes que hacen ver que la música prácticamente se apodera de su cuerpo, el cual se convierte en un vehículo para rendir tributo o venerar al propio ritmo. No obstante al salir de esa especie de trance regresa con Mariana tomándole las manos para que sienta su cuerpo atlético, en especial su pecho el cual también acerca al de ella, y al darse media vuelta le demuestra lo bien que mueve la cadera acercando sus glúteos pronunciados a su vientre con lo que logra ponerla muy nerviosa. A pesar de eso, Mariana se distrae algunas veces al mirar a Manuel quien todavía cerca de ella se está luciendo con movimientos súper rápidos y limpios, aunque ella no es la única en mirarlo, a Fernando no le cae nada bien, y presiente que esa noche tendrá problemas con él. Viceversa Manuel recuerda que Fernando pertenece a una banda enemiga de la suya, siendo que el odio entre ambas viene incluso de generaciones atrás siendo ya un asunto legendario. Fernando definitivamente tendrá que advertirles a sus hermanos que esa noche hay un “sangrón” como ellos los denominan, sin embargo no piensa dejar de bailar con Mariana hasta que la música se detenga, siendo entonces la primera de las dos intervenciones que conforman su presentación de esa noche.
         Al observar a su hermano el grupo Peludo toca las canciones más sensuales y movidas y entonces Mariana corresponde mostrando ahora sí toda su sensualidad y conocimientos de baile, Fernando se emociona mucho al sentir que ahora sí están conectados y lo que más lo satisface es hacerla pasar un buen rato lo cual supone por su gran sonrisa, para ir todavía más allá, decide mostrarse más atrevido con ella aunque ahora es mucho más complicado, pues Mariana lo hipnotiza con una sonrisa y una mirada que lo hacen prácticamente salivar, por si fuera poco jovencita de apenas diecisiete años hace explotar sus caderas haciendo que Fernando se sienta ahora la presa y no el victimario de esa chica quien le demuestra ser una bailarina sumamente vivaz pues no se equivoca en ninguna de las vueltas que le aplica. Llega un instante en que Fernando se emociona tanto que al gustarle mucho su perfume no puede evitar olfatearla casi como un perro rastreador a una bolsa con droga. Mariana se queda estupefacta y se siente tan incómoda que decide ya no seguir bailando. Fernando le implora y casi se hinca para que lo perdone pero ella se niega rotundamente y él entonces no tiene otro remedio que acompañarla a su mesa. Para su alivio la música termina casi enseguida y entonces cabizbajo regresa con sus hermanos quienes le preguntan de inmediato qué ocurrió con la chica. Él no tiene de otra que explicarles su error, creyendo que ella exageró en molestarse tanto. Sus hermanos primero se burlan pero después le dan consejos de cómo pedirle perdón para que vuelva a bailar. Fernando se siente un poco mejor mientras bebe una cerveza y enseguida recuerda algo muy importante, que esa noche hay un “sangrón”. Todos los “Peludos” se ponen alerta e incluso sacan un crucifijo de entre su equipaje y consiguen un ajo en el restaurante por si se enfrentan a él. El medio tiempo tarda unos quince minutos los cuales son eternos para Fernando quien desea cuanto antes volver a darle muchas vueltas a Mariana y sentir su cuerpo. Lo que le preocupa es que baile con alguien más, sobre todo con el “sangrón”. En esa larga espera no despega sus ojos de ella y entonces casi ve cumplir su peor sospecha al descubrir que ella precisamente lo mira a “él” constantemente y viceversa. A pesar del error cometido por Fernando, Mariana no puede negar que disfrutó mucho bailar con él, sin embargo eso no le quita las ganas de conocer al tipo que considera más atractivo esa noche; mientras come espagueti a la boloñesa Manuel la mira con profundo deseo fascinándole como sorbe algunos fideos que quedan colgados de su boca, ella a su vez mira como si fuera algo de otro mundo la forma en que él saborea una hamburguesa extra grande, resultándole muy sexy como entierra sus dientes en tanta carne, y lo que le parece estupendo es que no beba alcohol, sino únicamente sangría.
         Cuando está a punto de comenzar la segunda y última actuación del grupo “Peludo”, Fernando se acerca a Mariana para pedirle nuevamente perdón ella sin embargo finge seguir muy molesta con lo que apenas voltea a verlo de reojo y le reclama que la dejó en ridículo haciendo que se rieran de ella, todo esto para desaparecer sus esperanzas de volver a bailar con ella al menos esa noche y entonces quedar ahora si libre para la persona que más desea. De tal forma Fernando le dice a sus hermanos que interpreten las canciones menos sensuales como es “Juanito Alimaña” y “El gran Barón”, ellos no obstante no pueden quedar mal con todo su público sólo por su capricho, con lo que le responden que tratarán de tocar canciones lentas para que “El Sangrón” no se luzca tanto. A los pocos segundos comienza la canción de Juanito Alimaña y Mariana entonces implora a Dios que ahora si nadie se interponga entre Manuel y ella, sin embargo cuando ya todos están bailando aunque sea sentados, sintiéndose sumergida en el agua aguantando la respiración, él aún seguía comiendo papas fritas y platicando con sus amigos, con lo que Mariana no pudo controlarse más, jadeando fuertemente y torciendo la quijada; incluso comenzó a enterrarse las uñas en el rostro, siendo que nadie se acerca a ella por timidez, para su buena suerte antes de hacerse una cicatriz o sacarse sangre, Manuel a quien no le gusta esa canción, no tiene otro remedio que hacer a un lado su orgullo para acercarse a su adorable “víctima”. Mariana se pone de pie de inmediato y al estar frente a frente tomados la mano, él la pega casi a su pecho y acerca mucho sus labios a los de ella aunque casi más a su cuello, distinguiendo ahora sí el olor de su sangre, y por consiguiente descubriendo que era muy sabrosa, pues tenía muchos glóbulos rojos. Cuando ella está a punto de besarlo, Manuel la deja con las ganas alejándose de ella y comienza a bailar solo, entonces mueve los pies al ritmo exacto de la canción, Mariana lo imita y entonces los dos muestran su destreza en el baile haciendo pasos de rutina. Después viene un cambio de canción que es mucho más rápida pero no por eso dejan de moverse al ritmo de la música, y más allá de eso imitan el sonido de las percusiones como si fueran sus propios pies los que crearan el sonido al hacer contacto con el piso. Al volver a tomar las manos de Mariana quiso lucirse aún más y entonces sonriéndole como si fuera su cómplice, le dijo prepárate y entonces la pasó de bajo de sus piernas varias veces de un lado a otro hasta que Mariana quedó definitivamente del otro lado dándole la espalda. Manuel después se pega en el pecho como si fuera un gorila y movió los brazos como chacos enredando y desenredando varias veces los brazos de ella. Era tal su espectáculo que los propios maestros dejaron de bailar para observarlos, Prácticamente sólo podía encontrarse a bailarines de esa talla en un campeonato mundial, y parecía que en realidad estaban en una competición de ese tipo haciendo una coreografía. Manuel enseguida la carga horizontalmente a la altura de los hombros y la avienta a casi tres metros de altura haciéndola girar al mismo tiempo, y cuando cae la vuelve a pasar debajo de sus piernas, y la pone de cabeza. Hasta ese instante nadie sospechaba que Manuel fuera un vampiro, sino sólo un bailarín extraordinario él sin embargo quiso ir aún más allá, y entonces decidió valerse de su fuerza sobrehumana para aventarla a cinco metros de altura y luego atraparla como Superman. Entre esos movimientos especiales y otros más, Fernando ya le había dado hasta diez vueltas seguidas a Mariana y en total más de doscientas durante tres canciones, llegando a la conclusión de que Mariana era la única humana a la que en sus cuarenta años como bailarín no había podido marear con tantas vueltas. Fernando quien en ese momento toca las maracas con gran enojo al verlos bailar, llega un momento en que se irrita tanto que se baja del escenario con la intención de agredir a Manuel. Sin embargo casi enseguida de hacer eso, se va la luz y por consecuencia también la música. La gente empieza a chiflar y varios se paran de sus lugares para retirarse sin pagar la cuenta. La gente de seguridad trata de impedirlo pero la situación se les escapa de las manos. Lo peor ocurre cuando se escuchan tres disparos seguidos y entonces se genera un tremendo caos. Toda la gente sale corriendo con gran desesperación, llegando incluso a ser pisoteadas al caer en el piso, mientras que los mayores de edad sufren crisis nerviosas hasta desmayarse. Segundos después uno de los empleados descubre que bajaron los breakers y entonces los vuelve a subir. Al iluminarse de nuevo el restaurante queda al descubierto una terrible tragedia, uno de los disparos acertó nada menos que en el pecho de Mariana quien se desangra fatídicamente sin parecer que haya ninguna esperanza de que sobreviva. Otro disparo acertó en Manuel pero a él dada su naturaleza no le pasó nada, siendo que únicamente una bala no acertó en ninguna persona.
         Manuel ve con desesperación como desfallece su nueva pareja de baile, abrazándola para que no caiga al piso, y por otra parte al mirar hacia enfrente descubre que aproximadamente a diez metros de distancia, se encuentra una chica de cabello largo y mirada profunda, a quien enseguida reconoce como una ex novia, a la cual no quiso extraerle la sangre o convertirla en vampiro, no obstante le fue varias veces infiel, hasta que ella se alejó de él para siempre. En una fracción de segundo a Manuel sospecha que ella pudo ser quien disparó pero en ese momento lo único que le importa es impedir que Mariana fallezca, por lo tanto se le ocurre algo más aunque eso represente que revele su identidad de vampiro.  Así, sin pensarlo dos veces abre la quijada mostrando sus afilados colmillos los cuales entierra en el cuello de su enamorada para convertirla en vampiro. Fernando se exalta tanto al ver eso que grita enloquecidamente transformándose en un lobo gigante, no obstante sus hermanos logran detenerlo para que no cometa una locura. Respecto a la situación de Mariana vale la pena señalar que ella era una gran fanática de libros y películas de vampiros, al grado en que creía posible que existiera algún vampiro bien parecido para que fuera su novio, y la mordieran para que también se convirtiera en una “chupa sangre”, y así viviera feliz por toda la eternidad.
         La gente que está a su alrededor se horroriza con el espectáculo mientras que Manuel al probar su sangre, siente un deseo inmenso de beber hasta dejar sus venas y su corazón totalmente vacíos del líquido carmesí, no obstante una amiga de Mariana se atreve a acercarse a él y le pega con su bolsa para que la deja. Manuel entonces reacciona e incluso deja caer a su amada en el piso. Una de las personas más sorprendidas es la propia ex novia, llamada Cristina, quien nunca supo que fuera un vampiro, casi desmayándose cuando lo ve con la boca escurriendo sangre. Casi enseguida aparecen en la escena unos policías quienes al ver a Manuel y al lobo gigante, desenfundan sus pistolas sin saber a quién disparar primero. El licántropo muestra su dentadura como un perro rabioso a punto de atacar, sin embargo sus hermanos le ordenan que se escape cuanto antes para no ser descubierto y mucho menos acribillado a balazos. Los obedece y Manuel decide hacer lo mismo pero entonces ocurre algo inesperado, el cuerpo de Mariana comienza a sacudirse en el piso como si tuviera un ataque de epilepsia, llamando así la atención de todos los presentes, incluidos los gendarmes, segundos después su cuerpo se queda quieto y enseguida se pone en cuclillas hasta incorporarse por completo. Luego sin razón aparente comienza a carcajearse, como un estallido de inmensa alegría. La chica de diecisiete años a continuación toma a Manuel de las manos y le grita al grupo Peludo que otra vez toquen con sus instrumentos. Las demás personas que aun permanecen en el restaurante o cerca de él no pueden creer lo que están mirando, mientras los músicos al ver los ojos rojos de Mariana reconocen de inmediato que se ha convertido en una vampira, por lo que oponerse a su orden representaría meterse en un gran problema pues tendrían que enfrentarse a una vampira nueva y por lo tanto muy fuerte y dispuesta a todo, y seguramente también a su pareja de baile que la ayudaría en caso de ser necesario. Él al ver los ojos de ella como si fueran dos cráteres en erupción, sintió una inmensa alegría y luego se le ocurrió pedir una canción muy rápida llamada Agua Nilé de Marc Anthony.
         Para quienes se pregunten cuál es el poder o habilidad que surgió en Mariana al haberse convertida en una chupa sangre, con aquella canción Mariana dejó a todos boquiabiertos al poder girar tan rápido y con tanta fuerza como un tornado, llegando incluso a mover el techo de lámina del restaurante así como el de negocios cercanos, luego además por si fuera poco al llevar sus poderes al máximo provocó un viento tan fuerte que alejó las nubes obscuras que estaban a punto de descargar una gran tormenta en el centro de Cuernavaca. Al presenciar aquello la gente rompió el silencio como si se tratara de un milagro, ovacionando a la bailarina quien no obstante también podía provocar lo contrario, arruinando cualquier bailable o celebración social.

Fin

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Noche de arreboles por Gilberto Barranco Lomes se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

martes, 29 de julio de 2014



Noche de Arreboles
Gilberto Barranco Lomes


 Una chica de diecisiete años llamada Mariana se encuentra con sus amigos en un famoso lugar de Cuernavaca para bailar, posee una figura curvilínea gracias al intenso ejercicio que realiza en el gimnasio y en sus clases de baile, esa noche decidió ponerse una minifalda y blusa escotada para precisamente presumir el fruto de ese esfuerzo y de paso despertar la envidia de las mujeres. Lleva media hora sentada y al ver que sus amigos pedían unos chilaquiles y agua de sandía ella sólo pidió una piña colada, no lleva mucho dinero pero tiene la certeza de que no pagará por lo que consuma en el resto de la noche pues ya habrá alguien que le invite.
       Mariana dirige discretamente su mirada a cada mesa y no encuentra alguien que realmente le llame la atención, si bien hay tipos guapos, le parecen un tanto comunes, nada fuera de lo normal. Después de unos minutos se cansa de estar sentada y entonces le dice a una de sus amigas que vayan al baño. Al ir hacia allá explora nuevamente si hay alguien que esa noche la haga estremecer pero sólo se percata de que la mayoría de los hombres la mira con lujuria imaginando quizás que ella es una mujer fácil que le gusta provocar a los hombres, ese día además la mayoría de ellos son jóvenes siendo que ella prefiere que por lo menos le lleven diez años pues le gusta que sean maduros. Mariana se maquilla un poco más en el baño y al salir su suerte cambia ya que justo cuando regresa a su mesa, aparece un grupo de amigos entre los que se encuentra un hombre de saco, sin camisa y con sombrero de pachuco, quien de inmediato llama su atención por su seguridad, e incluso la arrogancia y frialdad que refleja su semblante, es de piel clara, incluso parece extranjero, posee una complexión atlética destacando su estatura y sus brazos musculosos, y por si fuera poco cuenta con rasgos afilados y una mirada profunda y seductora. Se nota además que aquel ser parece ser es el líder de su grupo por la forma en que sus compañeros se dirigen a él con lo que Mariana intuye que es un profesor de baile aunque jamás había oído hablar de él.
        Ella no es la única que ha quedado cautivada por su presencia pues hay varias chicas que voltean a verlo cuando pasa cerca de ellas. Mariana se siente afortunada cuando ve que el “profesor de baile” y sus amigos escogen la mesa desocupada cerca de la suya, sin embargo él parece no percatarse de ella y ni siquiera voltea a verla.
Mariana ya quiere que comience el baile y para su alivio después de más de una hora de estar a aquel lugar, al fin aparece un grupo musical llamado Peludo, conformado por cuatro integrantes los cuales hacen honor a su nombre al tener barba y bigote y mucho vello en los brazos. Mariana de pronto recibe una llamada de su mamá quien le pregunta cómo se encuentra y le pide que regrese a la casa a más tardar a las doce de la noche tal y como quedó con ella para darle su permiso. Es la primera vez que visita ese lugar y hasta ahora no le parece que sea peligroso. Antes sólo había ido a antros con sus amigas de la escuela y sólo bailaba reggeton, electrónica, banda y otros géneros del dominio popular. Sin embargo la rutina de siempre comenzó a aburrirle, y a molestarle estar con chicos borrachos que sólo querían sobrepasarse al momento del ponchis ponchis o el perreo. Después de esas experiencias una amiga la animó para que se inscribieran en unas clases de baile, a la mayoría le costaba trabajo dominar los pasos básico de la salsa en las primera clases, pero ella en definitiva tenía un talento innato para el baile. Con apenas un mes pasó del nivel uno al dos y después del segundo mes podía bailar con todos sus compañeros, incluso con los que más tiempo tenían y daban vueltas más complicadas.
        El grupo Peludo empieza tocando una cumbia con la que la gente empieza a bailar aunque no es el caso del bailarín de saco a quien parece no gustarle ese ritmo, o al menos eso supone Mariana quien se muere por bailar con él, él sin embargo no voltea a verla, y ni siquiera parece haberse percatado de su presencia. Mariana entonces decide bailar aunque sea con alguno de sus compañeros de clase que la acompañan en ese momento, y para su buena suerte quien mejor baila  de su grupo se levanta y acerca su mano a la suya.
        Mariana comienza a bailar y sus movimientos se sincronizan de inmediato con el ritmo de las percusiones y del acordeón; su compañero llamado Gerardo comienza enseguida a hacerle todas las vueltas que se sabe, pero ella entonces se queja de que la marea y le suelta la mano para bailar sola. De cualquier modo su prioridad es que el “maestro” la vea y se enamore de ella; así que cuando está una de las canciones con más ritmo, y en pleno climax comienza a dar vueltas en su propio eje meneando sus caderas con toda la sensualidad que le es posible dejando a su compañero y a varios hombres boquiabiertos.
­­      Manolo como le llaman sus acompañantes, no es la excepción, observando detenidamente cada uno de sus movimientos y desde luego lo que se mueve. Primero sus glúteos y luego del otro lado, es capaz de determinar cuántos centímetros miden estas partes de su cuerpo, así como su cintura. De arriba abajo las medidas son ochenta y nueve, cincuenta y nueve y noventa y cincuenta centímetros, por si fuera poco tiene un rostro angelical con lo que en definitiva le parece la chica más encantadora esa noche. Su única duda es que tan deliciosa sabrá su sangre, la cual le dan ganas de probar esa noche, aun cuando antes de  salir de casa bebió de una bolsa que tenía en su refrigerador.
       El popurrí del grupo Peludo se prolonga por más de diez minutos en los que Mariana provoca que algunas mujeres la llamen “zorra”, mientras que varios se preguntan cómo es que baila con alguien como Gerardo, a quien a su vez no le gusta estar mucho tiempo separado de su compañera y entonces vuelve a tomarla de la mano y le da más vueltas tratando de lucirse al máximo pero que también ella siga mostrando sus atributos. Llega un momento en que Manolo piensa ponerse de pie, pero decide no romper su promesa de no bailar cumbia, ya que para él es un género inferior a la salsa y debe cuidar su imagen delante de tanta gente.
        Luego de terminado el popurrí, Mariana y Gerardo regresan a sus lugares, a lo que ella mira al misterioso bailarín y por fin hacen contacto visual. Siente que en su mirada hay algo que la hechiza pero no puede describirlo, simplemente su corazón late con más fuerza y al pasar muy cerca de Manolo, éste casi puede oler su líquido carmesí.
        El grupo Peludo se presenta y anuncia que ahora tocará salsa. El primer tema comienza con un ritmo lento pero luego se vuelve bastante movido. La gente se emociona y son varios los que se paran a bailar, comenzando por los “maestros” y bailarines más experimentados. Gerardo le pide nuevamente la mano a Mariana, pero ella luego de su “calentamiento”, le dice que la deje descansar, mientras toma un poco de agua de sandía que sus amigos pidieron cuando los veían bailar. Espera que el misterioso bailarín se acerque a ella y la haga muy feliz.
        Sin embargo eso tiene que esperar pues una de las chicas sentadas en la mesa de Manolo casi se aferra a él y entonces no tiene más remedio que bailar con ella. Mariana se pasa el coraje bebiendo el agua de sandía pero siente impotencia al ver como Manolo se aleja de ella tomando de la mano a una mujer que le parece inferior a ella, ve su vestido y determina que tiene muy mal gusto y se maquilla como una cualquiera. Un instante después voltea hacia donde está el grupo Peludo percatándose que uno de ellos la mira fijamente, ella se voltea aunque casi enseguida vuelve la cabeza por un instante pues viéndolo bien es un chico apuesto, quizás el más “galán” de los cuatro, y es quien toca las maracas. Este personaje se llama Fernando y además de ser músico aficionado es un gran bailador. No sería la primera vez que dejara las maracas por la compañía de una bella dama así que aunque se molesten sus compañeros se baja de la tarima y estira su brazo hacia Mariana para sacarla a bailar, ella se sorprende pero él la invita con mucha seguridad casi hincándosele, además sus amigos intervienen animándola a bailar con él, así que finalmente accede pues no quiere permanecer sentada pensando que prefirieron a otra.
         Al encontrarse en la pista de baile, que de hecho es parte del zócalo, Mariana de inmediato siente una extraña sensación al tocar las manos velludas de Fernando pero luego no le interesa ese detalle pues comienza a darle vueltas elegantes, quizás lo único que después le critica es que por ciertos momentos un tanto prolongados la deja sola mientras él baila libremente luciendo movimientos salvajes que hacen ver que la música prácticamente se apodera de su cuerpo, el cual se convierte en un vehículo para rendir tributo o venerar al propio ritmo. No obstante al salir de esa especie de trance regresa con Mariana tomándole las manos para que sienta su cuerpo atlético, en especial su pecho el cual también acerca al de ella, y al darse media vuelta le demuestra lo bien que mueve la cadera acercando sus glúteos pronunciados a su vientre con lo que logra ponerla muy nerviosa. A pesar de eso, Mariana se distrae algunas veces al mirar a Manuel quien todavía cerca de ella se está luciendo con movimientos súper rápidos y limpios, aunque ella no es la única en mirarlo, a Fernando no le cae nada bien, y presiente que esa noche tendrá problemas con él. Viceversa Manuel recuerda que Fernando pertenece a una banda enemiga de la suya, siendo que el odio entre ambas viene incluso de generaciones atrás siendo ya un asunto legendario. Fernando definitivamente tendrá que advertirles a sus hermanos que esa noche hay un “sangrón” como ellos los denominan, sin embargo no piensa dejar de bailar con Mariana hasta que la música se detenga, siendo entonces la primera de las dos intervenciones que conforman su presentación de esa noche.
         Al observar a su hermano el grupo Peludo toca las canciones más sensuales y movidas y entonces Mariana corresponde mostrando ahora sí toda su sensualidad y conocimientos de baile, Fernando se emociona mucho al sentir que ahora sí están conectados y lo que más lo satisface es hacerla pasar un buen rato lo cual supone por su gran sonrisa, para ir todavía más allá, decide mostrarse más atrevido con ella aunque ahora es mucho más complicado, pues Mariana lo hipnotiza con una sonrisa y una mirada que lo hacen prácticamente salivar, por si fuera poco jovencita de apenas diecisiete años hace explotar sus caderas haciendo que Fernando se sienta ahora la presa y no el victimario de esa chica quien le demuestra ser una bailarina sumamente vivaz pues no se equivoca en ninguna de las vueltas que le aplica. Llega un instante en que Fernando se emociona tanto que al gustarle mucho su perfume no puede evitar olfatearla casi como un perro rastreador a una bolsa con droga. Mariana se queda estupefacta y se siente tan incómoda que decide ya no seguir bailando. Fernando le implora y casi se hinca para que lo perdone pero ella se niega rotundamente y él entonces no tiene otro remedio que acompañarla a su mesa. Para su alivio la música termina casi enseguida y entonces cabizbajo regresa con sus hermanos quienes le preguntan de inmediato qué ocurrió con la chica. Él no tiene de otra que explicarles su error, creyendo que ella exageró en molestarse tanto. Sus hermanos primero se burlan pero después le dan consejos de cómo pedirle perdón para que vuelva a bailar. Fernando se siente un poco mejor mientras bebe una cerveza y enseguida recuerda algo muy importante, que esa noche hay un “sangrón”. Todos los “Peludos” se ponen alerta e incluso sacan un crucifijo de entre su equipaje y consiguen un ajo en el restaurante por si se enfrentan a él. El medio tiempo tarda unos quince minutos los cuales son eternos para Fernando quien desea cuanto antes volver a darle muchas vueltas a Mariana y sentir su cuerpo. Lo que le preocupa es que baile con alguien más, sobre todo con el “sangrón”. En esa larga espera no despega sus ojos de ella y entonces casi ve cumplir su peor sospecha al descubrir que ella precisamente lo mira a “él” constantemente y viceversa. A pesar del error cometido por Fernando, Mariana no puede negar que disfrutó mucho bailar con él, sin embargo eso no le quita las ganas de conocer al tipo que considera más atractivo esa noche; mientras come espagueti a la boloñesa Manuel la mira con profundo deseo fascinándole como sorbe algunos fideos que quedan colgados de su boca, ella a su vez mira como si fuera algo de otro mundo la forma en que él saborea una hamburguesa extra grande, resultándole muy sexy como entierra sus dientes en tanta carne, y lo que le parece estupendo es que no beba alcohol, sino únicamente sangría.
         Cuando está a punto de comenzar la segunda y última actuación del grupo “Peludo”, Fernando se acerca a Mariana para pedirle nuevamente perdón ella sin embargo finge seguir muy molesta con lo que apenas voltea a verlo de reojo y le reclama que la dejó en ridículo haciendo que se rieran de ella, todo esto para desaparecer sus esperanzas de volver a bailar con ella al menos esa noche y entonces quedar ahora si libre para la persona que más desea. De tal forma Fernando le dice a sus hermanos que interpreten las canciones menos sensuales como es “Juanito Alimaña” y “El gran Barón”, ellos no obstante no pueden quedar mal con todo su público sólo por su capricho, con lo que le responden que tratarán de tocar canciones lentas para que “El Sangrón” no se luzca tanto. A los pocos segundos comienza la canción de Juanito Alimaña y Mariana entonces implora a Dios que ahora si nadie se interponga entre Manuel y ella, sin embargo cuando ya todos están bailando aunque sea sentados, sintiéndose sumergida en el agua aguantando la respiración, él aún seguía comiendo papas fritas y platicando con sus amigos, con lo que Mariana no pudo controlarse más, jadeando fuertemente y torciendo la quijada; incluso comenzó a enterrarse las uñas en el rostro, siendo que nadie se acerca a ella por timidez, para su buena suerte antes de hacerse una cicatriz o sacarse sangre, Manuel a quien no le gusta esa canción, no tiene otro remedio que hacer a un lado su orgullo para acercarse a su adorable “víctima”. Mariana se pone de pie de inmediato y al estar frente a frente tomados la mano, él sin querer le muestra sus colmillos afilados al abrir la boca; Mariana se queda profundamente asombrada pero tras unos segundos logra reaccionar y le pregunta si él es un vampiro. Manuel sorprendido le responde que no, ella sin embargo no le cree pues argumenta saber mucho de “chupa-sangre” al haber leído y visto varios libros y películas, por si fuera poco su mayor deseo desde que vio la película “Anochecer” es conocer a un vampiro de verdad, enamorarse de él y ser transformada tal y como la protagonista de esa historia. A Manuel le parece fascinante que ella adore a los vampiros y entonces le propone que vayan a un hotel. De tal forma toman enseguida un taxi y se dirigen a la avenida Cuaunahuac. Allí en una recámara comienzan a bailar a solas la canción llamada “Sobredosis” y así continúan varias canciones mientras se van quitando lentamente sus prendas, al quedar completamente desnudos todavía disfrutan de dos salsas y dos bachatas pero es entonces que su calor se vuelve insoportable y entonces se entregan por completo al placer máximo que pueden otorgarse con sus cuerpos y sus fantasías. Aunque parezca increíble su pasión por la música hace que no pierdan el ritmo, y que su rendimiento no decaiga casi hasta el fin de la madrugada.
       Horas después en la mañana del sábado, una noticia sacude a los pobladores de Cuernavaca y Jiutepec. En la primera plana de un periódico llamado el “Pilón” apareció el siguiente encabezado. “Aparece otra víctima del Vampiro”. Es el apodo de un asesino quien tiene relaciones sexuales con sus víctimas para después morderlas en el cuello hasta desangrarlas.

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